Revista Cultura y Ocio

«Muerte en el Ártico», de Tom Hindle

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«Tom Hindle firma con ‘Muerte en el Ártico’ una novela
que combina con acierto lujo, aislamiento y asesinato. »

Tuve la oportunidad de conocer a Tom Hindle cuando la editorial Ático de los Libros organizó un pequeño encuentro por la publicación de su libro «Asesinato en el lago de Garda», una novela policíaca que pone de relieve el talento del autor para crear un relato al estilo de Agatha Christie. Me gustó.

«Muerte en el Ártico», de Tom HindleMi lectura suele ser más bien oscura y, a veces, más compleja, así que a veces es un verdadero placer encontrar un libro más ligero y, sencillamente, divertido. Muerte en el ártico cumple a la perfección con ese objetivo. Yo lo llamo desengrasar.
Esta vez el autor nos traslada desde la bella Italia —su anterior novela— al inhóspito ártico, al corazón blanco del mundo, donde el silencio es un idioma y el frío una sentencia, y Tom Hindle ha decidido encerrar a sus personajes —y a sus lectores— en un dirigible que flota sobre la inmensidad ártica. Muerte en el Ártico no es solo un homenaje a las novelas del tipo «misterio de habitación cerrada», sino también una metáfora del aislamiento contemporáneo: un grupo de viajeros de lujo suspendidos sobre el vacío, con la sospecha creciendo como escarcha entre ellos.

El elenco es numeroso, al estilo de los clásicos del siglo XX: tripulación, millonarios, influenciadores, una periodista novata… Hindle no se detiene en profundizar exhaustivamente cada trasfondo, sino que ofrece fragmentos suficientes para que cada personaje actúe como sospechoso potencial.

«Muerte en el Ártico», de Tom Hindle

Foto de archivo.

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(Foto de archivo)

Hindle, heredero confeso de Agatha Christie, ensambla un enigma de habitación cerrada con las herramientas del siglo XXI. La joven aspirante a periodista de viajes Chloé Campbell recibe la invitación de su vida para cubrir el vuelo inaugural del lujoso dirigible “Osprey”, rumbo al Polo Norte. Pero lo que comienza como una aventura de ensueño se torna pesadilla cuando un pasajero aparece muerto en su camarote durante la expedición y nuestra joven se convertirá en testigo y detective improvisada. Afuera, el hielo infinito; adentro, la impostura, la culpa y el miedo que se deslizan entre copas de champán.
El autor maneja con soltura la tensión atmosférica: el lujo y la fragilidad del dirigible se funden con el paisaje glacial, generando una sensación de belleza detenida, casi letal. Cada detalle —el crujido del metal, el vapor en las ventanas, el resplandor azul de los témpanos— contribuye a un suspense tan estético como narrativo.

Hindle demuestra su talento para convertir el escenario —a priori glamuroso— en un entorno cargado de tensión. La aeronave no es solo un medio de transporte, sino una jaula en el cielo, y el continente helado que se abre bajo ella añade una capa de aislamiento casi metafísica.

Aunque la trama obedece a los cánones más reconocibles del género —sospechosos múltiples, pistas falsas, revelación final—, Hindle logra que el escenario aporte una frescura inédita. El crimen se convierte en una coreografía en el aire: un ballet de sospechas suspendido sobre un mundo sin huellas. Su estilo, directo y elegante, prefiere la claridad a la experimentación, pero en esa sobriedad hay un ritmo firme y clásico que recuerda por qué el misterio sigue siendo uno de los placeres más antiguos de la literatura.

Muerte en el Ártico puede abrir la reflexión sobre el contraste entre el escenario de ensueño y la crueldad del crimen, la soledad en medio de la abundancia, y cómo las estructuras de poder (lujo, influencers, científicos, patrocinadores) contribuyen al drama.

Es cierto que Muerte en el Ártico no pretende reinventar el género. Su fuerza está en la atmósfera, en la tensión contenida y en la paradoja que plantea: el crimen como forma de calor en un mundo helado. Hindle invita al lector a mirar el reflejo del hielo como un espejo —y descubrir en él no solo a un asesino, sino a toda una sociedad atrapada entre el confort y la soledad.
Muerte en el Ártico funciona muy bien como lectura de evasión, de esas que permiten al lector aislarse —literalmente— junto con los personajes, sentir la tensión de estar atrapado en una máquina voladora sobre hielo infinito, y dejarse llevar por el “¿quién lo hizo?” rodeado de lujo y peligro. Para quienes buscan un misterio que no requiera desentrañar una maraña incomprensible, esta novela cumple. No es, sin embargo, un giro radical del género: muchos de sus mecanismos están bastante visibles desde el arranque.

En definitiva: una lectura entretenida, elegante y eficaz para una tarde de misterio. Esperamos que en su próxima entrega Hindle logre combinar esta ambientación tan lograda con una resolución aún más imprevisible.

El autor:«Muerte en el Ártico», de Tom Hindle
Tom Hindle nació en Leeds y vive en Oxfordshire con su esposa, un gato y dos tortugas sorprendentemente astutas. Es autor de A Fatal Crossing, The Murder Game y Asesinato en el lago de Garda, inspirados en maestros del género criminal como Agatha Christie y Anthony Horowitz.
Cuando no está pensando en elaboradas formas de asesinar a personas imaginarias, a Tom se le suele encontrar asesinando plantas de interior, o contribuyendo a la muerte de la moda al seguir, a sus treinta y tantos, empeñado en usar las mismas Converse All Star de las que se enamoró a los catorce. Incluso recibe amenazas de muerte ocasionalmente, a menudo por su incapacidad para pasar junto a un piano o una guitarra sin tocar una melodía.

El libro:
Muerte en el Ártico (título original: Death in the Arctic, 2025) ha sido publicado por la Editorial Ático de los Libros. Traducción de Sonia Tanco. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 336 páginas.

Como complemento pongo un vídeo en inglés con subtítulos en español titulado Listening Books Q&A with Tom Hindle, author of Death in the Arctic and Murder on Lake Garda.


Para saber más:
https://www.tomhindle.com/
https://www.instagram.com/tom.hindle/?hl=es


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