Tres horas más tarde, Eva ya estaba en Comisaría. Delante de ella y sentada frente a su mesa, la joven testigo se esforzaba por reconocer entre cientos de fotos a aquella misteriosa mujer con la que se había cruzado hacía apenas unas horas.
—¿Otro café? —le preguntó Eva.—No, no, pero estoy algo cansada.De todos modos, debía seguir viendo fotos. Eva ya había hablado con los padres del muchacho, recién llegados de Lugo, y que habían identificado el cadáver entre llantos. También sollozando le habían asegurado que Javi no tenía relación con el mundo de las drogas, ni una novia conocida, ni idea alguna de quien podía querer verlo muerto. Tan solo hablaron de una mujer desconocida que aquella misma mañana había llamado para preguntar si Javi estaría ese día en Lugo o en Ourense.Otra vez, todo confluía en la misma misteriosa mujer. Eva se sentó en su sillón, esperando la llegada de su fiel compañero, con la confianza de que trajera buenas noticias.No las trajo. Antón asomó tímidamente su cabeza por la puerta y le hizo una seña a Eva para que saliera al pasillo. La conversación no duró más de medio minuto. Luego entraron los dos y ella se dirigió a la chica, con cara de preocupación:—Sara, vete a casa, cariño —le dijo.—Puedo seguir, no me importa —levantando la vista de las fotos.—No, da igual, no creo que esté ahí —prosiguió—. Márchate a casa y descansa. Si necesitamos algo, ya te llamo. Gracias por tu colaboración y siento mucho la noche que has tenido que pasar.La chica se levantó y Antón ocupó su lugar delante de Eva. Esta descolgó el teléfono pensativa:—Soy Santiago, que un agente acerque a la chica que está saliendo hasta su domicilio.Luego colgó, se dejó caer en el sillón, y centró su atención en Antón. Era el momento de cambiar de turno, completar el informe del caso e irse a casa. También de hacer balance:—¿Así que el teléfono desde el que le enviaron esos mensajes a Javier está a nombre de una señora domiciliada en Vigo? —preguntó Eva.—Sí. Un móvil de tarjeta, comprado hace casi cuatro años y registrado a nombre de Aurora Santiso Varela, 61 años, sin antecedentes y domiciliada en la calle Marqués de Valterra de Vigo. En este tiempo no han realizado llamadas con él, pero han tenido la delicadeza de ir recargándolo periódicamente para que la compañía no lo diera de baja.—Eso es lo que me extraña. Me da la sensación de que la asesina ha conseguido ese teléfono a nombre de alguien con quien no la podamos relacionar, y por eso lo ha mantenido activo todo este tiempo. Y lo peor de todo: si esto es cierto, tenemos que pensar que lleva años planeando este asesinato.—De todos modos, y dada la gravedad de este caso, los compañeros de Vigo han ido a su domicilio de inmediato, pero estaba ausente, o no quiso responder. Me imagino que en cuanto sea una hora más prudencial, volverán y harán algunas averiguaciones por el vecindario. No creo que tarden en dar con ella.—Sí, pero esa no es la mujer que buscamos. Así que puede ser una pista fiable, pero más bien parece un callejón sin salida.Antón bajó la cabeza, el caso se complicaba cada vez más y las posibles pistas se habían agotado, al igual que el turno de aquella noche. Eva comenzó a redactar el informe policial, pero no dejaba de procesar en su cabeza todos los datos que habían podido ir recabando a lo largo de la noche. En cuanto acabó, pulsó a imprimir, se levantó a recoger el folio que ya estaba a salir por la impresora, y se lo dio a firmar a Antón. Luego lo haría ella.—Tal como lo veo yo —razonó mientras volvía a su asiento—, todo apunta a un ajuste de cuentas, o a un asesinato por encargo cometido por una profesional que seguramente ya ha salido de la ciudad. Todo, excepto que no conocemos a ninguna sicario que actúe sola, y mucho menos a una que deje como tarjeta de visita una pelota de golf. Además, hay otro dato quizá todavía más definitivo que nos invita a descartar esa posibilidad —dijo, volviendo a recostarse en el sillón.Antón hizo un gesto propio de esperar la aclaración de Eva, mientras le devolvía el informe:—Que he estado hablando con los padres del chico y resulta que nuestro amigo Don Javier Fernández Losada era un perfecto don nadie. Cuesta trabajo imaginarse que alguien pueda estar interesado en pagar un solo euro para verlo muerto.Los dos se levantaron y salieron juntos de la Comisaría, dejando el informe encima de la mesa. Afuera, una consistente niebla cubría el cercano el río Miño, intentando desafiar a los primeros rayos de luz que ya se vislumbraban en el horizonte. Pronto empezaría un nuevo día.
Contenido del informe:
—Hechos: asesinato en el baño del pub «Corregidor Cuatro».—Víctima: Javier Fernández Losada, 25 años, estudiante.—Procedimiento: corte en el cuello con objeto desconocido (probablemente, un cúter). El cadáver fue encontrado con una pelota de golf dentro de la boca.—Sospechosa: Identidad desconocida.—Descripción aprox.: mujer blanca, 30 años, 1,60, 50 kilos, tez blanca, facciones suaves. Detener e interrogar.—Relación entre ellos: desconocidos o amistad ocasional.—Testigos: Sara Rodríguez Rodríguez (testigo ocular)—Móvil: desconocido.—Pistas: mensajes de texto desde un teléfono de Aurora Santiso Varela, 61 años, vecina de Vigo. Pendiente de localizar e interrogar por la Comisaríade Vigo (pasarán informe)—Acciones inmediatas: comprobar entorno de la víctima.—Pendiente informe de autopsia.
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MUERTE SIN RESURRECCIÓN en el blog:
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I. DOMINGO DE RAMOS:
- Capítulo 1: leer
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- Capítulo 3: leer
II. LUNES SANTO:
- Capítulo 4: leer
- Capítulo 5: leer
- Capítulo 6: leer
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