Todos recordamos con cariño nuestra iniciación. Ese especial momento en que dimos ese paso, muchos, hacia lo totalmente desconocido; otros conscientes y convencidos del paso hacia una nueva vida, una vida elevada.
Hay aspectos sobre la iniciación que a veces lamentablemente pasamos por alto y es nuestro deseo detenernos para analizarlos de manera más profunda.
Comenzaremos por analizar, cuál es el sentido en sí de la tradición iniciática y cuál es la función simbólica de la misma. La vía iniciática primordial es de carácter universal, dado que trasciende todo sectarismo, confesión o dogma particular. El verdadero camino o senda iniciática es la que lleva a conocer los misterios superiores del universo y sus fenómenos, elevándose por encima del plano material para comprender lo puramente espiritual e incognoscible. En este sentido toda vía iniciática implica una muerte y resurrección o renacimiento; representa el fin, así como el principio de un ciclo.
Ahora bien, al renacer en la vía iniciática renacemos a una nueva experiencia, se dice que se es un hombre nuevo. Así igualmente es el nacimiento de cualquier ser humano, hay un principio, una chispa de vida en medio de la nada y el ciclo comienza. Durante ese ciclo de vida hay un periodo de gestación y hay un parto, luego del cual vemos la luz dentro del nuevo plano de experiencia (llamémosle realidad), en el cual iremos expandiendo nuestras capacidades y desarrollando nuestras habilidades tanto físicas como cognoscitivas. A partir de este momento, para aquel que en su recorrido por la vida escoge o es escogido para caminar por la vía iniciática, el ciclo se repite y rara vez somos consciente de ello.
A medida que el hombre se moldea a sí mismo y es a su vez moldeado por sus experiencias se cuestionará a sí mismo y a los demás infinidad de veces. La incertidumbre o duda, sus cuestionamientos sobre su propia existencia son la chispa de vida en medio del caos y las tinieblas que da 16 inicio a este nuevo ciclo en que el hombre irá buscando un propósito y una razón de ser para su existencia. Ésta es a nuestro parecer, la gestación del nuevo hombre. Lo que consideramos de primordial importancia en este punto es que a diferencia de su nacimiento, el hombre, es ahora un ente consciente de sus actos y es encaminado hacia la vía iniciática por medio del despertar de otro ciclo paralelo dentro de sí mismo: el despertar de su consciencia.
El hombre que ha despertado espiritualmente es como el feto que está listo para salir del vientre a la nueva experiencia de la vida, a un nuevo mundo donde el aprendizaje será una constante invariable. Es un recién nacido, su mente, su corazón, están en armonía y a su vez están en blanco, nada ha corrompido aún su estado primordial y virgen. Es en este estado que se debe encontrar el hombre como resultado de la introspección y abandono al propósito de alcanzar una vida elevada, al voluntariamente haber tomado la decisión de quitar de sí toda huella de negatividad y todo tipo de ataduras, está ahora listo para tomar la vía iniciática; y recalcamos, este es ahora un acto totalmente voluntario y espontáneo. Pero esto no es posible sin que el hombre se despoje de sí mismo, debe cerrar el ciclo y simbólicamente morir en vida, para resucitar en el espíritu. Aquí comienza dentro de esta nueva vida un eterno diálogo con el principio creador, un ciclo nuevo, el hombre, ahora por encaminarse hacia los más altos ideales y principios, habiéndose despojado de su vida profana, de su ego, y dispuesto a abrir su mente y su corazón vuelve a ser 17 como el recién nacido que apenas abre sus ojos a un mundo nuevo, su percepción de la realidad ha cambiado para siempre, y con ella también él. No se ha transformado, se ha transmutado. La iniciación no ha cambiado su aspecto o forma, ha cambiado su esencia y propósito, es un cambio en la dirección de sus intenciones, el cambio no es físico, es un cambio interno que toca lo espiritual, se da en un nivel íntimo y permanece su núcleo en lo íntimo, irradiando hacia el exterior la luz de la verdad en la unidad.
La cámara de reflexión es un sitio para la introspección, es el vientre de la tierra, es el caos de donde ha de surgir el orden, es el sitio de nuestra gestación, es donde la semilla germina. ¿Pero debemos mirar hacia dentro en búsqueda de qué? A nuestro parecer; lo que debemos encontrar es nuestro propósito, y de hecho, a esto se nos incita al hacernos definir cuáles son nuestros deberes para con los demás, para con nosotros mismos y para con el Gran Arquitecto Del Universo.
Si la gestación de esta vida elevada dentro de nosotros comienza con el despertar de nuestra consciencia, la luz se ve cuando la voluntad nos hace dar el primer paso hacia nuestro propósito de alcanzar una vida elevada, en la manera en que personalmente la percibamos como una tarea de carácter universal como el espíritu mismo y claro está, en armonía con los principios fundamentales que debemos comprender y que nos brindan el estudio y práctica de la masonería. Las ceremonias de iniciación solo buscan reforzar exotéricamente lo que ya ha comenzado a suceder a nivel esotérico dentro del candidato.
El despertar de la consciencia como guía de nuestros actos, la definición de, y el compromiso con alcanzar nuestro propósito, junto a la voluntad para mantenernos enfocados en nuestra senda espiritual, son la clave para que realmente entendamos lo que es la adopción de la vía iniciática, lo que es la muerte del hombre común y corriente, el salir de las tinieblas para abrir mente y corazón a un entendimiento superior de sí mismo, del universo y de aquel por quien han sido hecho todas las cosas y sin quien no se ha hecho cosa alguna de cuantas han sido hechas. La iniciación, es solo el primer paso en el camino.