Evitamos pensar en la muerte, la idea de desaparecer nos aterra. Sabemos que terminará sucediendo, que nacimos con boleto ganador, pero preferimos creer que la suerte nunca nos acompañará en ese sorteo. La situamos lejos, muchísimo, tanto como permitan las estadísticas. Prácticamente nos auto-convencemos de que, al menos, rondaremos los ochenta. Es una cifra que tranquiliza siempre y cuando no acabes de soplar setenta y nueve velas. Pensamos tenerlo todo bajo control, somos así de estúpidos, y miramos la vida como quien observa el horizonte desde la orilla del mar. El tiempo parece sobrar por los cuatro costados y allí, donde termina el agua y comienza el cielo, situamos nuestros sueños. Ya habrá tiempo de cumplirlos, de ser felices, de experimentar...Ya habrá tiempo de todo. Solemos escupir montones de excusas "Ahora no es momento" "Ahora no puedo" "Ahora estoy ocupado". El horizonte está plagado de viejos sentados en bancos que pasan sus últimos días lamentándose por aquello que no hicieron. Hablan de oportunidades perdidas y, de vez en cuando, le miran el culo a las chavalas.
La frase con la que doy comienzo no es mía, la pronunció Adlai Stevenson. Aparece en un artículo que leí hace un par de días y tuve que echarla al carro. Es de esas citas célebres que funcionan a modo de espejo y en su reflejo puedes verte genial o absolutamente fracasado. Por suerte me vi guapo, incluso bien peinado, ojalá os ocurra lo mismo. No sé si son tonterías de la edad, pero últimamente ando sufriendo terremotos en mi filosofía. Me cuestiono las cosas, vete tú a saber por qué. Algo me dice que se puede vivir de mil maneras, que existen infinidad de experiencias por probar, suelos que pisar, conversaciones que tener, opiniones que cambiar, besos que dar, personas que conocer, carcajadas que soltar y fotografías que sacar, pero mirando a mi alrededor encuentro demasiada mediocridad. Seres profundamente mediocres y vacíos. Por insultante que suene, si la vida son dos días a muchos les sobraría con uno. Queremos existir tropecientos años, cuantos más mejor...¿Hacemos algo valioso con ellos? ¿Qué porcentaje real de nuestras posibilidades exprimimos? ¿Merece la pena una vida cargada de años y vacía de experiencias? Despertad, joder. Haced cosas ¿Quién os asegura que no moriréis mañana?
Nos meten en la cabeza que tenemos que ser normales, no llamar demasiado la atención, pisar donde otros han pisado para no correr el riesgo de hundirnos. "Estudia, olvídate de tocar la guitarra y búscate un trabajo fijo, aguanta lo que te eche el jefe porque la cosa está muy mal, no cuentes lo que piensas, ahorra, sigue ahorrando, cásate y no mires a otras, ahorra más, gástatelo todo en una casa que no puedes pagar, ten hijos y, cuando te lo permita el calendario, vete a Benidorm a bailar los pajaritos." Qué gozada ¡Una vida cojonuda! He visto muertos más vivos. Lo respeto, claro está, pero me niego a aceptar que solo las personas con mucho dinero puedan conseguir lo que desean.
Termino recomendándoos este pedazo de blog, www.hanakanjaa.com, más concretamente una entrada llamada "Justificando la mediocridad". Habla un poco de esto mismo, seguramente mejor que yo. Recibió miles de visitas, 313 comentarios y lo más importante, creó mucha polémica. Voy a tomarme la libertad de despedirme copiando una de sus frases, me parece brutal.