Zimbabue, uno de los países más ricos de África, probablemente padecerá hambrunas y una terrible guerra civil, según profetizan diplomáticos españoles.
El presidente Robert Mugabe, con actitudes crecientemente dictatoriales, acosa a sus contendientes para las elecciones generales de marzo, y ha expulsado del país al representante de la Unión Europea, que informaba de estas persecuciones.
Mugabe se justifica imputando a la oposición el asesinato, el pasado noviembre, de Caín Nkalan, dirigente de su partido, el Frente Patriótico. Con un nombre ideal para inspirar terror, como el de otro líder, Hitler Caín (si, Hitler Caín) fue asesinado en realidad por el propio presidente, según los opositores.
Los tres habían luchado en las guerras anticolonialistas de los años 70, cuando el país se llamaba Rhodesia y estaba gobernado por blancos. Antiguos guerreros como ellos invaden ahora las fincas explotadas por los excolonizadores, cuyas propiedades estaban reconocidas por la Constitución de 1980.
Los veteranos de guerra, desconocedores de la agricultura y la ganadería, han provocado una enorme caída de la producción, y hasta los trabajadores nativos llegan a enfrentarse a ellos.
Uno de los analistas españoles, que ya había anunciado con antelación el asesinato en Ruanda de un millón de tutsis, se atreve a profetizar ahora:
Muy pronto, los doce millones de habitantes sufrirán terribles hambrunas y lucharán entre sí. Es verdad que Mugabe, Hitler y el desaparecido Caín liberaron a su país del purgatorio colonialista. Pero lo están devolviendo al infierno de la prehistoria.
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