Mich Albert en Nairobi, kenya - 2012
La joven, sentada sobre los sacos de basura recogida a lo largo de todo el día, muestra una sonrisa frente a la posibilidad de tener un libro en las manos y poder leer. Es muy bella y te deja muchas emociones encontradas que te cuestionan. La dignidad, alegría y serenidad que trasmite, contrasta con todo lo que le rodea. De todo ello es capaz de evadirse cuando puede permitirse un rato de descanso bajo la lluvia gris, para leer un libro.
Así es su vida, no cuesta imaginarla, una vida rodeada de montañas de basura compuesta por residuos químicos, hospitalarios, industriales, agrícolas y despojos domésticos. Todo lo que desechan los cinco millones de habitantes de la caótica Nairobi se encuentra en el basurero de Dandura. Cada mañana, junto con otras personas, escala las montañas de basura que configuran el paisaje. Allí compite con humos tóxicos, incendios, hundimientos de terreno, malos olores y los carroñeros marabúes que sobrevuelan por encima de su cabeza. Busca algo que pueda canjear por dinero que le permita comer ese día.
A pesar de los daños irreparables en la salud que sufren los que están en contacto con el vertedero, a pesar de estar sometida a un mundo sin ley ni normas donde se impone la ley del más fuerte, a pesar de los incendios por el calor acumulado que crea un ambiente tóxico permanente, a pesar de…, busca un “tesoro” en uno de los basureros más peligrosos del mundo. Y para ella, ese “tesoro” es encontrarse con un libro. Desearía tener más tiempo para ver los libros con los que se tropieza porque disfruta con todos ellos, hasta con los catálogos de piezas industriales. “Me da algo que hacer durante el día además de recoger basura” Declaró