Hace unos meses se estrenaba la última versión cinematográfica de Mujercitas, el clásico de Louisa May Alcott, dirigido por Greta Gerwig. La película contaba con un elenco de actrices de primera fila, y buscaba ofrecer una versión con un cierto toque de modernidad de este clásico de la literatura. El resultado final he de reconocer que me resultó un poco confuso debido a los saltos temporales, ya que si bien en otras adaptaciones han resuelto el paso del tiempo utilizando a diferentes actrices según las edades, en esta ocasión Gerwig ha decidido utilizar a las mismas todo el tiempo, indicando la época con otras pistas visuales... Aunque esto por otro lado tiene la ventaja de mantener en todo momento el alto nivel interpretativo.
Sin embargo, lo más curioso de la adaptación y de lo que quería hablar en esta entrada es sobre el metacomentario que he percibido en ella sobre el rol de las mujeres en la sociedad, y las exigencias que sobre ellas a veces se ejerce; en la peli centrándonos concretamente en el mundo editorial, pero sin que cueste nada extrapolarlo al cine, e incluso a la propia película.
Me explico: la trama de Jo, protagonista principal de la peli, y claro trasunto de la propia Louisa May Alcott, gira en torno a su deseo de convertirse en escritora y publicar. Tiene una subtrama romántica, sí, pero esta queda bastante en segundo plano comparada con sus aspiraciones artísticas. Sin embargo, hacia el final del metraje, su editor le pone una condición muy concreta: la protagonista femenina de su historia debe acabar el relato casa. Es lo que el público pide.
Finalmente Jo cede e incluye la escena requerida. Curiosamente, en un montaje paralelo, ella misma es convencida por su familia para ir corriendo a por Bhaer y confesarle sus sentimientos antes de que este tome el tren y se vaya. La escena me llamó mucho la atención, porque, de manera muy abrupta, me sentí transportado a una de esas comedias románticas en las que los personajes, en el tramo final de la historia, corren hacia el aeropuerto a confesar al chico/a de turno sus sentimientos, antes de que vaya a ese sitio, acepte ese trabajo en otra ciudad, etc. Solo que aquí, como entonces no había aeropuertos, tenemos un Race For Your Love (¡sí, el cliché tiene nombre propio y lista de ejemplos en TV Tropes!) de época en la estación de tren. ¡Incluso cae una romántica lluvia en medio de la confesión!
La escena me chirrió, pero no por ser un deliz de Gerwig, sino todo lo contrario: mi teoría es que el montaje paralelo está hecho así, y la escena está filmada de esa manera obvia y chirriante, con un objetivo muy claro. Creo que la directora está haciendo un metacomentario sobre las imposiciones de la ficción sobre las mujeres; sobre cómo estas pueden tener trabajos, autonomía y un arco argumental propio, pero al final tienen que ser la esposa/novia de alguien. Esta interpretación cobra más sentido si analizamos la figura de Louisa May Alcott, que como ya se ha dicho siempre, es básicamente quien está detrás del personaje de Jo. La autora, en la vida real, nunca se casó, y era una comprometida feminista, defendiendo por ejemplo el sufragio universal. Mujercitas es en cierto modo una anomalía en su obra, pues al parecer lo que de verdad le gustan eran las novelas de espionaje y obras de estilo más pulp, de las cuales escribió varias bajo seudónimo. El caso es que leyendo un poco sobre la vida de Alcott, no es muy rebuscado pensar que en realidad era lesbiana Como ella misma dijo en una entrevista:
"I am more than half-persuaded that I am a man's soul put by some freak of nature into a woman's body. … because I have fallen in love with so many pretty girls and never once the least bit with any man.” ("Estoy bastante convencida de que soy un alma de hombre introducida por algún error de la naturaleza en el cuerpo de una mujer... porque me he enamorado de muchas chicas guapas y nunca, ni remotamente, de un hombre").
A modo de curiosidad creo que también vale la pena señalar que, para el personaje femenino que la representa, eligió un apodo que es básicamente un nombre masculino, y no creo que fuera mera coincidencia. Irónicamente, en la versión americana del cartel se incluye el lema "Own your own story", "Sé dueña de tu propia historia", que en español han traducido como "Ten tu propia voz". Y es que si algo no le dejaron a Alcott es ser dueña (completamente) de su propia historia, imponiéndole ese detalle romántico final... cuando está claro que el final feliz de Jo, y de la propia autora, fue publicar su libro.
Para terminar la entrada, solo quiero señalar que, si bien esta idea de que las mujeres deben acabar las historias casadas puede parecer ya muy arcaica y superada, se puede observar que a día de hoy sigue presente solo que de otras maneras más sutiles. Sólo hay que pensar en el test de Bechdel y su vigencia a día de hoy...