Revista Diario
Tengo la firme creencia que las mujeres somos unas lobas, fuertes, feroces y hasta despiadadas. No está mal cuando el tema lo enfocamos a defender lo que es nuestro, proteger a nuestras crías, etc, etc. El problema es que, a veces, también nos comportamos como unas auténticas lobas con otras mujeres.
La empatía brilla por su ausencia en ciertas ocasiones. Ayer mismo al finalizar mi tarde de amigas y café una de ellas me contaba de su sobrina. La muchacha, después de mucho esperar, está embarazada. Y, como a tantas mujeres le sucede, tiene unas horribles náuseas que no logra controlar ni tan siquiera con medicación. Y por ello ha cogido unos días de baja, porque la chica no debe encontrarse muy allá. Las palabras de mi amiga fueron: "me parece a mi que esta niña es muy blandita".
Mi amiga es un cielo y yo sé que no lo dijo con mala intención. Pero ella está dentro de la categoría que yo denomino mujeres todoterreno: aquellas que no piensan mucho en sí mismas, y todo lo que les pase a ellas puede esperar. Mujeres que cuidan de los suyos sin pensar en nada más, relegando incluso su bienestar. Será por eso, digo yo, que piensa que su sobrina es blandita por coger unos días de reposo hasta encontrarse mejor.
Pero esto es algo muy habitual que las mujeres, todas en algún momento, hacemos. Por norma general solemos ser muy fuertes, rudas a veces. Aunque cierto es que no todas somos iguales. Y entre nuestro género es muy habitual el "y yo más". Y después de ser madres, ¡mucho más!
Es como si la maternidad nos concediera un postgrado en la vida por el que nos sentimos capaces de juzgar a las demás mujeres. Muchas, de hecho, si han tenido un horrible embarazo, un mal parto, una tremenda cesárea, una lactancia del infierno, una crianza dura, etc, etc, etc, se ven en la necesidad de restregar en los morros sus desgracias y su aguante a las demás. Y tienen preferencia por aquellas mujeres que han tenido la fortuna de tener maternidades más relajadas o sosegadas.
Por suerte, no se puede generalizar pero no son pocos los casos con los que me he topado. Creo que somos muy duras a la hora de juzgar a nuestro género, ¿no os parece? Quizá mi amiga podría haber empatizado más con su sobrina, hablar con ella para saber qué síntomas tiene, si puede comer, si se marea, si quiere que le lleve algún tupper con comidita casera o darla algún consejo para intentar mejorar su malestar. En lugar de eso, la juzga y da por hecho que quizá la maternidad le viene grande.
¿Somos las mujeres muy duras con nosotras mismas? ¿Has recibido la dura crítica de otra mujer? ¿Cómo te has sentido?
Os propongo un ejercicio para hacer con otras mujeres, amigas, conocidas, vecinas, familia. Cuando sintamos la necesidad de juzgar hagamos un corazón como en el de la imagen del post. ¿Os atrevéis? :)