Cuando se contempla a Margaret Thatcher en los cines llenos de medio mundo se recuerda que, como ministra de Educación en 1970, y hasta 1990, cuando dimitió como primer ministro tras once años de mandato, siempre gobernó despreciando el feminismo, que ya era popular en el Reino Unido.
Feminista es un adjetivo que califica el carácter combativo de algunas mujeres frente al hombre para reivindicar igualdad, aunque ocultamente trata de conseguir algunas ventajas en el trato.
Las no feministas como Thatcher son diferentes: ganan su estatus combatiendo con talento y trabajo frente a hombres y mujeres.
Meryl Streep muestra a Thatcher venciendo a los hombres de su Partido Conservador, en las Malvinas contra la dictadura militar argentina, contra el terrorismo del IRA, y frente a los sindicatos mineros del carbón.
Poca gente recuerda que fue ella quien popularizó el “cambio climático” y “los gases de efecto invernadero” para cerrar las minas y crear centrales nucleares, que no emiten CO2.
Fue como Golda Meir, la primer ministro de Israel que en 1973 derrotó a las naciones árabes en la guerra del Yon Kipur, o como la káiser europea, Angela Merkel.
Recordemos a Marie Curie, Nobel de física; y hasta en su género como implacable combatiente comunista a Dolores Ibarruri, Pasionaria, mujer femenina, nada feminista, tan dura y brutal con hombres y mujeres como Stalin.
Ninguna feminista llegó tan alto, a pesar de todos los empujes actuales, las cuotas y acciones afirmativas.
Imagínelas frente a las Aído, Pajín, Carme Chacón o Trinidad Jiménez, "miembras" de las pintorescas cortes de Zapatero, exhibidas como hacía Berlusconi con sus diputadas velinas, guapas y brillantes universitarias.
Si la madre de Boabdil viviera ahora le diría tras perder Granada: “No llores como feminista lo que no has sabido defender como mujer”.
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SALAS
Mujer
La titulación de las viñetas es del cronista, no de Salas.
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