Una mujer, Teresa de Jesús, se atrevió a poner por escrito sus reflexiones sobre el libro más peligroso y polémico de la Biblia. Un libro, por otro lado, lleno de belleza y sensualidad: el Cantar de los Cantares. Quería ella compartir con sus hermanas —y con cualquiera que leyera su obra— las impresiones, los efectos y emociones que le provocaba la lectura de este libro. Y así, inicia su comentario glosando el verso: «Béseme el Señor con el beso de su boca…». Desde el comienzo, Teresa reivindica el derecho de las mujeres a disfrutar de los tesoros que encierra este libro bíblico, como el resto de la Sagrada Escritura:
«Que tampoco no hemos de quedar las mujeres tan fuera de gozar las riquezas del Señor»
Meditaciones sobre los Cantares 1, 8
Al dominico Diego de Yanguas, uno de los confesores de la Madre, le pareció «cosa nueva y peligrosa que mujer escribiese sobre los Cantares» y le dijo que debía quemarlo. La Madre carmelita así lo hizo. ¿Desprendimiento? ¿Humildad? ¿Prudencia, en tiempos en que la Inquisición acecha detrás de todas las puertas? Dicen que Yanguas, más tarde, se arrepintió de haber mandado destruir un escrito cuyo contenido era tan provechoso.
Pero otras mujeres, las carmelitas de Alba de Tormes, salvaron la obra, poniendo a buen recaudo una copia. Para eludir responsabilidades, se la entregaron a la duquesa de Alba, como ella misma nos lo ha transmitido:
«A las ochenta preguntas del rótulo dijo su excelencia: que lo que escribió la dicha Madre sobre los Cantares lo tiene en su poder, y es muy espiritual doctrina, y que esta copia la escondieron en el convento de Alba, y la dieron a su Excelencia cuando el padre maestro Yanguas la mandó las recogiese todas y quemase, no por malo, sino por no le parecer decente que una mujer, aunque tal, declarase los Cantares».
Por eso, hoy es día de congratularnos de esta valentía, de esta audacia de las mujeres, gracias a las cuales hoy podemos deleitarnos con esta obra. Como afirma Bernard McGinn: «La historia del primer comentario femenino del Cantar de los Cantares es testigo tanto del miedo de las autoridades masculinas como del ingenio de mujeres, como Teresa, para hacer oír su voz».