Revista Sociedad

Mujeres contra el feminismo

Publicado el 18 septiembre 2014 por The Greedy Ugly People
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Necesito el feminismo porque necesito una excusa para cuando actúo como una puta borracha y cabezahueca y engaño a mi novio

El Tumblr de Women Against Feminism ha estado dando vueltas por toda la red y ha suscitado numerosas opiniones en páginas de seguimiento masivo como el Huffington Post o Vice. En él, aquellas mujeres que se consideran contrarias al feminismo lo demuestran subiendo fotos suyas acompañadas de un cartel en el que exponen las principales razones por las que lo repudian.

Entre ellas se encuentran, por supuesto, las ya viejas conocidas “el feminismo ya no es importante en Occidente, vete a Arabia Saudí”, “no soy feminista porque no odio a los hombres”, o “no todos los hombres son violadores”. Pero también las desconcertantes “no necesito el feminismo porque quiero ayuda para abrir tarros” y “no soy feminista porque quiero a mi novio”, entre otras genialidades.

Más allá del shock inicial, lo que está claro es que las chicas –porque suelen ser muy jóvenes- que suben fotos a la página no están muy informadas de lo que es el feminismo, pero aun así dedican tiempo a demostrar que no solo no se sienten identificadas, sino que están dispuestas a “combatirlo”. Sobre esta cuestión escribe Emily McCombs en la página web Xojane en mi artículo favorito hasta el momento que trate sobre este tema. ¿Por qué están las mujeres en contra del feminismo tan empeñadas en hacérselo saber al mundo?

La autora cuenta su experiencia de haber sido una adolescente cabreada con el feminismo. O al menos, de haber adoptado una postura hostil hacia lo que por aquél entonces pensaba que éste era. Y es que en un mundo en el que la cultura masculina tiene un estatus infinitamente superior a la considerada “de chicas”, separarse lo máximo posible del segundo grupo parece la opción más fácil para desmarcarse.

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No necesito el feminismo porque soy heterosexual, así que un mundo sin hombres daría asco

Porque, llámalo feminismo, o llámalo cualquier cosa que se considere parte de la cultura femenina. Cincuenta sombras de grey, ¡porno para madres! ¡Esas tías no han oído hablar del BDSM! Si  además está fatal escrito… ¿Cosmopolitan? Están obsesionadas con el maquillaje, seguro que nunca se han leído un libro, es más, ¡seguro que no saben ni expresarse correctamente! Y bueno, las películas románticas y las boy bands… infumables, para locas.

Sí, es posible que todos los ejemplos anteriores no formen parte de la cultura más exquisita a la que una mujer puede tener acceso, pero, ¿y qué? No son cosas excluyentes. Deportes cuatro no es un programa especialmente sesudo, los reportajes de FHM yo desde luego no los consideraría un modelo a seguir y los vídeos de Álvaro Reyes son directamente una desgracia para la humanidad. Pero nadie va a tomarse el tiempo de demostrar una y otra vez lo mucho que los odia, lo estúpidos que le parecen y lo bien que estaría leyendo a Kerouac en vez de viendo La Jungla de cristal por decimoquinta vez “como hacen el resto de los hombres”. “Soy un tío, pero prefiero El segundo sexo al Marca” o “estoy mejor con las chicas porque beben cócteles y hacen ballet” no son frases que se escuchen fácilmente. En mi caso no las he oído ni una sola vez, de hecho.

Y lo mismo ocurre con el feminismo. Estar de acuerdo con la opinión -que a día de hoy por desgracia parece la mayoritaria- de que las feministas son unas histéricas que no se dan cuenta de que el sexismo ya no existe porque, en fin, pueden votar (entonces ya está todo hecho, ¿no?), puede ser gratificante a corto plazo para una chica joven. Significa que no es como las demás, no es tonta, no es una guarra ni una loca, se preocupa por algo más que por el color de sus uñas (¡el Call of Duty, por ejemplo!) y por lo tanto puede acceder a las comodidades que a ese tipo de mujeres se les tienen vetadas. Y es verdad que puede servir durante un tiempo, es verdad que pueden jugar a formar parte de esa cultura superior y que goza de mayor credibilidad lo suficiente como para pensar que realmente es una buena estrategia. Eso sí, solamente mientras se lo permitan aquellos que deciden si es o no válida, si es o no  tan diferente a las demás mujeres como dice ser. Porque al fin y al cabo, jugar a ese juego significa seguir haciéndolo con las reglas de siempre.

Y esas reglas son precisamente las que pretende cambiar el feminismo que las mujeres que tanto airean su desprecio no se han molestado en conocer. McCombs señala que, precisamente por la juventud de estas chicas, no está todo perdido. Como ejemplo ella misma, que comenzó teniendo una opinión similar y acabó cursando estudios de Género en la universidad.


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