En aquellos años, tendría yo unos doce, en los cines tenían por costumbre proyectar de vez en cuando películas antiguas. A mi padre le gustaba llevarme y aquella tarde en el desaparecido Cine Goya vimos West Side Story. Recuerdo perfectamente la emoción que sentí cuando se oyó el silbido con el que comienza la película y también cuando Natalie Wood apareció en pantalla.
Para que este momento llegara, Natalie tuvo que nacer en San Francisco en 1938, hija de inmigrantes rusos, de hecho se llamaba en realidad Natalia Nikolaevna Zajárenko, después Natasha Gurdin y finalmente Natalie Wood. Pronto triunfó en películas infantiles y más tarde aparecería también en la gran pantalla junto a James Dean, Warren Beatty, Robert Redford, Peter Boyle, Jack Lemond, Tony Curtis y Steve Mc Queen entre otros, sólo por nombrar a sus compañeros masculinos.
Natalie formó parte del reparto de más de veinticinco películas y causó estragos entre los hombres de la época, medio mundo se enamoró de ella como después lo haría de Marilyn.
Su muerte fue un misterio. Según Robert Wagner, con el que se casó dos veces y que iba con ella y con Cristopher Walken en un yate, Natalie cayó por la borda sin que nadie se diera cuenta, aunque siempre se especuló con que fue el propio Wagner el que la asesinó preso de los celos.
Ya han pasado veinticinco años desde su desgraciado fallecimiento y ella sigue siendo como entonces un gran mito del cine, cada vez que en televisión reponen West Side Story y Richard Beymer se enamora de ella, algo sigue removiéndose en nuestro interior.