Tengo que reconocer que no entendía la música de Patti Smith, aunque hay canciones como People have the power, Because the night, escrita con Bruce Springsteen o su mítica versión del Gloria de Van Morrison, que justifican la carrera de cualquier artista. ¿En qué consistía entonces todo aquél revuelo y el aura de mito? Lo supe cuando leí su precioso libro Just kids (Éramos unos niños), una suerte de autobiografía, desde su niñez, hasta su retirada de la música en 1980, para casarse con el guitarrista de MC 5, Fred Smith y el fallecimiento de su pareja de juventud Robert Mapplethorpe, el fotógrafo cuyas fotos fueron portada de sus primeros discos, en 1989.
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En casi toda su autobiografía, Patti no hace referencia a sus aptitudes musicales, dice que cantaba de pequeña con su hermana, pero sí cuenta que era una lectora empedernida, que pintaba y que escribía. Es, según ella cuenta, cuando empieza a dar recitales de poesía en Nueva York acompañada por músicos, cuando empieza de forma natural a cantar.
Esta relación con Robert Mappelthorpe, que es el eje central del libro, es asombrosa, realmente hermosa, una auténtica historia de amor. Pasaron hambre juntos, probaron la heroína juntos, a la que Mappelthorpe se enganchó -no así Patti-, conocieron a John Cale que produjo su primer disco y frecuentaron el círculo de Wharhol y a los poetas de la Generación Beat, sobre todo a Ginsberg y a Gregory Corso. Ella conoció a Corso en un "Restaurante automático" al que bajaban de vez en cuando a comerse un sandwich de queso, cuando el hambre apretaba y reunían algo de dinero, siempre después de comprar el material fotográfico para él y las pinturas para ella. Aquella noche Corso, que tampoco nadaba en la abundancia, le prestó algo suelto y los dos se sentaron a hablar, ella sin saber a quién había conocido, fue una de sus grandes amistades.
Fueron algunos de los afortunados que vivieron en toda su plenitud la mejor época del Hotel Chelsea por donde se paseaban Jannis Joplin, Jimmi Hendrix, Bob Dylan o el mismo Salvador Dalí.
Lo que más me impresionó de esta mujer fue su gran inteligencia, su capacidad de sufrimiento, su honestidad, su búsqueda artística y su capacidad de amar por encima de cualquier adversidad, de aceptar a las personas tal y como eran y de llevar la lealtad hasta sus últimas consecuencias.
Para entender esto es necesario saber que en su peor época económica en Nueva York, Robert (que era bisexual y después declaradamente homosexual) se prostituía para que ambos pudieran comer. Él decía que como aquellas sórdidas relaciones le gustaban, lo que hacía no era prostitución, aunque sentía terribles remordimientos. Todo esto lo hacía con el conocimiento de Patti que nunca coartó su libertad. Vaya pareja.
Imagen desde Accent Britain
Poco a poco se fueron distanciando físicamente pero nunca dejaron de quererse, primero como pareja y después como amigos, por encima de cualquier cosa, apoyándose siempre y en cualquier circunstancia. Él y ella fueron capaces de entenderse, de no juzgarse mutuamente y su relación sobrevivió hasta después de la boda de ella y hasta la muerte de él, que murió de sida en Boston en 1989.
Apodada la madrina del punk, tras grabar cuatro discos se retiró en 1980, durante quince años (exceptuando la grabación de dos discos) para casarse y vivir una vida familiar.
Volvió a Nueva York unos años, en 1995, ya viuda, y sus amigos Michael Stipe de R.E.M, y Allen Ginsberg le ayudaron a retomar su carrera.Para ello se embarcó en una gira nada más y nada menos que con Bob Dylan,Si os gusta la época de los setenta en Nueva York os recomiendo fervientemente su libro.
Ella sigue cantando.