Hace ya más de veinte años me encontré en el zaragozano Paseo de La Independencia a Mauricio Aznar; los dos teníamos prisa, pero nos paramos un momento a saludarnos, “Me voy a la Librería General a recoger un libro de una escritora que me gusta mucho: Sor Juana Inés de la Cruz”, me dijo Mauricio al despedirnos. Tras tomarme un momento para procesar este breve encuentro me pregunté: ¿Un músico leyendo un libro de una monja? Aquí hay o un gato encerrado o un libro buenísimo, pensé yo, y desde luego que lo había. En cuanto pude me hice con una antología de su obra poética que me pareció asombrosa.Inés de La Cruz nació en San Miguel de Nepantlan(Mexico) alrededor delaño 1651. Aprendió a leer a los tres años con la ayuda de su hermana mayor y pronto deslumbró a propios y extraños con su inteligencia.Entró en la corte del Virrey de Mancera, donde fue protegida por la mujer de éste, Leonor de Carreto. Allí destacó por su erudición. Es famoso cuando Inés fue examinada por profesores universitarios y religiosos, en una sesión que duró varias horas, en la que contestó a preguntas de todas las materias imaginables sin fallar ni una sola.
Juana Inés quería saber más y entrar en la universidad pero por aquellos tiempos eso era inconcebible así que su confesor le convenció para entrar en una orden religiosa, donde podría acceder a la cultura y seguir escribiendo. Así lo hizo e ingresó primero en la orden de la Carmelitas y después en la de San Jerónimo, de reglas más llevaderas, que dicho sea de paso se benefició de su saber, pues parte de los ingresos de la comunidad religiosa provenían de las obras de Sor Juana.La celda de nuestra heroína siempre estuvo llena de poetas intelectuales y gobernantes que dejaban sus asuntos y acudían al convento para disfrutar de su sabiduría y de su compañía. Poco le duró esta vida intelectual por la que tantos sacrificios había hecho, porque pronto sufrió la oposición y el acoso de la Iglesia, concretamente de los jesuitas, primero de su confesor, que le reprochaba que dedicara tanto tiempo a la literatura, a los experimentos científicos o a observar las estrellas con su telescopio, y después del predicador Antonio Vieira que no dejó de presionarla para que se dedicara a cosas de mujeres religiosas. Según el criterio de estos dos personajillos que no le llegaban ni a la suela del zapato, una mujer no debía dedicarse a las letras y mucho menos si era una religiosa, así que intentaron obligarla a no escribir más e incluso a quemar sus obras. Sor Juana Inés finalmente dejó de escribir, pero por suerte gran parte de sus escritos han llegado hasta nuestros días. Esta admirable mujer murió ayudando a sus compañeras en la epidemia de cólera que asoló México en 1693.Es una pena que a Inés, como a tantas otras mujeres no le dejaran elegir, a ellas les amargaron la existencia y a todos nosotros -también a los hombres- nos privaron de las obras que hubieran podido componer de haber sido más libres. Por suerte, como digo muchas veces, la historia va poniendo a cada uno en su lugar con la ayuda de todos. Sólo por poner dos ejemplos: El premio Nobel Octavio Paz escribió una biografía sobre esta estupenda mujer y también hay película (titulada "Yo, la peor de todas") protagonizada entre otros por Hector Alterio y Assumpta Serna y dirigida por Maria Luisa Bemberg. De estas dos últimas nos ocuparemos pronto porque son, sin duda, otras dos #mujerescool.