Mujeres excelentesAutora: Barbara Pym
Traductor: Jaime ZulaikaEditorial: GatopardoISBN: 9788494510007
Páginas: 312
Mujeres excelentes está considerada una de las mejores novelas de Barbara Pym. Mildred Lathbury, la narradora, es una mujer soltera que vive en Londres y ocupa su tiempo en diversas tareas en la parroquia, en tomar el té con las amigas, en obras de caridad y en satisfacer las necesidades de los demás. Es inteligente y observadora, pero también tímida e insegura, en parte debido a su soltería, pues muchos querrían verla casada ya a sus treinta y pocos años. Además de sus buenos amigos, el vicario Julian Malory y su hermana Winifred, Mildred intimará con sus vecinos, los Napier, recién instalados en el piso de abajo de su casa. Conocerá también a Allegra, una viuda que se aloja en la parroquia, y a un sinfín de personajes más. Mildred se verá implicada en diversos asuntos de índole sentimental. (Sinopsis de la editorial)
Mujeres excelentes es una de esas raras obras que tienden a permanecer en mi pensamiento durante mucho tiempo. Para mí su autora, Barbara Pym, era una absoluta desconocida hasta este momento, y cabe empezar la reseña contando que, sin duda, no será la última vez que me acerque a alguna de sus historias.
La novela contiene muchos de los ingredientes que suelen atraerme, como puede ser la ambientación en la Inglaterra de mediados del siglo XX; pero es sobre todo el análisis de las figuras femeninas lo que me pareció más conseguido e interesante de toda la obra. El título nos da la pista sobre lo que sucederá a lo largo de la trama, y es que gran parte del desarrollo del libro se centra en mostrarnos los usos y costumbres de las mujeres inglesas en los años 40-50, pero a través sobre todo de su comparación con la figura principal: Mildred Lathbury. Esta sencilla "heroína", una mujer aparentemente con poco que aportar, con una vida tan sencilla que pudiera resultar aburrida se convierte, en manos de la autora, en un personaje inolvidable.
Nos encontramos ante una joven de sólo 30 años, sin pareja, que es presentada en la historia como una solterona. Aunque nuestra mirada actual choca con esta imagen, lo cierto es que Mildred, en el contexto en que se mueve, sin duda resulta una rara avis. No tiene marido, ni novio, y parece que no muestra tampoco ningún interés por tenerlo. O quizás todo sea fachada. En el momento en que conoce a sus nuevos vecinos, los Napier, la sencilla estabilidad de la protagonista parece quebrarse: convivirá con una mujer tan excelente como ella, pero totalmente opuesta; Helena, una antropóloga independiente y nada casera, que frente a las costumbres de Mildred resulta tremendamente chocante. Su marido, Rocky, acepta la situación con total normalidad, ante los ojos asombrados de una protagonista que no acaba de comprender del todo semejante relación. A toda esta situación se suma la nueva relación sentimental del párroco, amigo fiel que se enamora de una viuda ante, de nuevo, los recelosos y sorprendidos ojos de Mildred. No falta, por supuesto, un cuestionable galán, Everard, también un antropólogo de mal carácter y vida aparentemente desordenada. Y, sin embargo, pese a la cándida sorpresa con que contempla lo que sucede a su alrededor, las costumbres de la protagonista no se mueven en absoluto: continúa ayudando en la parroquia y con sus labores caseras habituales, comparte té, cenas y charlas con sus vecinos y se ocupa de las anodinas tareas del hogar. Mientras todos se cuestionan por su soltería, proponen directa o indirectamente pretendientes, y dan por supuesto que ella DEBE estar interesada en los hombres, Mildred parece ajena a estas convenciones y no se muestra normalmente en exceso preocupada por su situación sentimental. Su papel es, muchas veces, el de simpática cotilla de pueblo, cuidadora oficial, protectora de los amigos, cocinera para un vecino solitario, compañera de charlas ante una taza de té... Todo en Mildred es volverse hacia los demás con ¿abosluta? resignación. Aunque, al paso de las páginas, esta aparente fortaleza se resquebraja en algunos instantes. El lector intuye entre líneas algo, un desasosiego en la protagonista que no sabremos identificar por completo y que es, por supuesto, el eje de intriga de la historia.
Una historia, por otro lado, sumamente sencilla. Tal parece que la obra, en su conjunto, apenas cuenta nada. Pero el encanto reside precisamente en el retrato cálido, amable, irónico a veces, de la Inglaterra posterior a la guerra mundial, de los ciudadanos de a pie volviendo a sus vidas normales; en la normalidad de un barrio de la periferia que se convierte, a ojos del lector, en un pequeño pueblo o aldea alejado del bullicio de la gran ciudad. La ambientación parece recuperar las imágenes y relatos del pequeño pueblo en que Agatha Christie sitúa a su Miss Marple, o incluso al maravilloso y cotilla Cranford de Elizabeth Gaskell. Fotografías realistas y simpáticas, contadas con lenguaje sencillo y enorme capacidad para el diálogo, que esconden pequeños secretos imborrables como este análisis de lo que supone ser una mujer excelente: ¿una independiente antropóloga? ¿una solterona ama de casa? ¿una viuda de extraño comportamiento? ¿la hermana cándida de un pastor? Todas ellas, en manos de Barbara Pym, lo son.
Mildred Lathbury es una mujer excelente. Y no, no creáis que es una abogada brillante, ni directora de una gran empresa, ni esposa de un magnate. Mildred es una mujer excelente porque nunca se ha casado, no ha tenido hijos, vive sola y el tiempo durante el que no está trabajando ayuda en la parroquia o cotillea un poco con sus amigas. Así son las mujeres a las que Barbara Pym llama "excelentes" en su libro.
Barbara Pym también era una mujer excelente, porque tampoco se casó nunca ni tuvo hijos, y siempre vivió de su trabajo. Pero también he descubierto en ella a una excelente escritora; ha sido realmente una sorpresa encontrarme con esta autora tan poco conocida en España gracias a la labor de la editorial Gatopardo.
En Mujeres excelentes, Mildred nos cuenta su vida en primera persona, una vida que parecía tranquila y sin preocupaciones importantes hasta que aparecen los Napier y alquilan el piso de abajo. Los Napier son un matrimonio de lo más diferente a ella: él, Rocky, es militar, y ella, Helena, es antropóloga, y viven una vida mucho más moderna y libre. Cuando Mildred se convierte en la consejera de ambos, su mundo se vuelve un poco del revés, pero también la vida se le hace mucho más entretenida. Entre taza y taza de té, también tiene tiempo de relacionarse con el párroco, con su antigua amiga Dora, con el compañero antropólogo de Helena, Everard, y bastantes más personajes que no por ser secundarios dejan de estar perfectamente construidos.
Pero quien reluce por encima de los demás es Mildred: a priori podría parecer una chica anodina, que ha entrado en la treintena sin gran cosa que contar y que no tiene interés ninguno, pero pronto se nos revela como un gran personaje, con una fina ironía y una forma de contarnos las cosas que hacen de ella nuestra amiga. También el argumento parece que no cuenta nada, pero Barbara Pym consigue hacer magia con las cosas cotidianas, y que lo que sucede en el día a día de ese barrio londinense nos interese como si fuera una gran aventura (y para Mildred realmente lo es).
Mujeres excelentes es una novela con un fino humor que impregna todas sus páginas, en la que podemos ver cómo era la vida en los años 40 de esas mujeres que habiendo pasado la barrera de los treinta aún no se habían casado: continuamente observadas por las que sí lo estaban, parecía que tenían que estar siempre alerta para cazar a cualquier soltero que se cruzase con ellas y poder vivir una vida soñada. En la novela vemos que Mildred en ocasiones también busca algún soltero con quien pudiera encajar, pero que en realidad está muy a gusto con su vida y tiene muchas dudas de si un matrimonio significaría mejorar tanto su situación.
Desconozco qué otras novelas de Barbara Pym se pueden encontrar en español; creo que no muchas, pero tengo entendido que Gatopardo ediciones tiene la intención de publicar alguna más de esta escritora. A la espera me quedo, pues, de conocer a personajes tan adorables como Mildred y volver a disfrutar de una historia repleta de ironía y tazas de té.