"… al tratar de abrir la puerta de la pieza, me di cuenta que estaba trancada… comenzó a caer estuco grueso del techo, abracé a mi hija protegiendo su cabeza con mis manos justo en el instante en que cayó un estuco… hasta hoy tengo una cicatriz, a la que llamo "de amor"…"
"… luego que todo pasó y vi que mi familia estaba bien, salimos con un grupo de vecinos a ayudar a una familia que estaba encerrada en su casa… dos días después nos pusimos a disposición de la Municipalidad y de la Junta de Vecinos para juntar ayuda para las zonas costeras…"
"… junto con otras mujeres pudimos resolver y definir mecanismos para distribuir ayuda, para saber qué sectores estaban o no siendo apoyados y hacia allá enviábamos recursos…"
Con decenas de relatos similares comenzó el Seminario-Foro, y en medio de emociones, cada testimonio se fue haciendo parte de una antigua constatación: las mujeres enfrentan la adversidad conteniendo a su familia, a la comunidad más cercana y organizando la solidaridad hacia los demás.
Así también se consigna en el ámbito internacional (1), "las experiencias a lo largo y ancho del mundo reiteran la doble condición de las mujeres ante un desastre: por una parte, mayor vulnerabilidad, y por otro, una gran capacidad de salir adelante, de movilizar a la comunidad. Las mujeres son las primeras en dar respuestas y en la reconstrucción son de vital importancia, no víctimas pasivas".
Sin embargo, son estas fortalezas que las mujeres reconocen en ellas y en sus organizaciones: superación del miedo, capacidad de articulación y creatividad, reacción rápida sin esperar el asistencialismo para resolver problemas de subsistencia, las mismas que, en un sentido más profundo, ellas cuestionan y muestran como debilidades. Ya no aceptan actuar y hacerse cargo de un peso que no pueden ni deben asumir solas; tampoco, la imposición de los roles históricos, que naturalizan los cuidados que proporcionan y el ser guardadoras del bienestar familiar; "es un cuento que nos quieren hacer creer, pero las condecoraciones se las llevan otros". Y reafirman este cuestionamiento asumiendo que, en contrario, no tienen costumbre de organizarse para exigir derechos y confirman el poco conocimiento que tienen sobre ellos.
Estas expresiones, que parecen contradictorias, de alguna manera encuentran sentido en las lecciones emanadas de otras experiencias de reconstrucción, como la de Chaitén (2) , donde se asegura que "la legitimidad de la intervención sólo la da la participación social, la diversidad de los actores y el respeto a la autonomía de la organización", lo que es corroborado en procesos de reconstrucción en Honduras y otros países tras el paso del Huracán Mitch: "nosotras siempre hablamos sobre cómo las comunidades tienen que ser las protagonistas, cómo deben estar en los espacios de las tomas de decisión para la reconstrucción de sus ciudades, porque esas son "sus" ciudades". Sin embargo, en la situación actual de Chile "puedo apreciar que las comunidades todavía no son convocadas para socializar y dialogar, como debería ser en estas circunstancias" (3).
Entonces, aparece el fondo de la discusión, el reclamo y la decisión política que se manifestó en el Seminario-Foro. Las mujeres se sobrecargan de trabajo en el "cumplimiento de su rol", cooperan, suplen las funciones del Estado, y no están en la toma de decisiones, no participan realmente en el intercambio de ideas sobre las ciudades que quieren, en las discusiones para alcanzar propuestas conjuntas y diseñar planes para impulsar una reconstrucción verdadera.
Por eso, esta retroalimentación colectiva de experiencias en el terremoto, de lecciones aprendidas en otros desastres y de entrega de herramientas para la reconstrucción, encontró eco en la vida de las mujeres y la de sus organizaciones, y movilizó energías y fuerza para decidir en conjunto ser protagonistas de una reconstrucción con dignidad; para construir desde las propias organizaciones y desde sus diferencias; para incidir en instancias y políticas públicas, y para ejercer presión para participar activamente en las decisiones que se tomen al respecto, lo que refleja la madurez y la conciencia que han alcanzado las mujeres en el largo proceso contra las desigualdades de todo tipo que las afectan.
No resulta extraño entonces, que al final del Seminario-Foro las mujeres expresaran que volvían a sus lidades empoderadas, comprometidas, esperanzadas, fortalecidas, con energía, con mucha más confianza en ellas mismas y en su gente. Que volvían con conocimientos, información pertinente, enriquecidas con las experiencias organizativas de las demás mujeres y con aprendizajes nuevos para planear más estrategias; con muchas ganas de seguir apoyando y reforzando la reconstrucción y de trabajar con las organizaciones nuevas. Que volvían con propuestas para plantear en la agenda de reconstrucción de la ciudad y con proyectos de ciudad y de región, con tareas concretas, con ideas para remirar la comuna desde el enfoque de género y re-diagnosticarla. Que volvían fortalecidas para continuar adelante con el desafío de ser mujer en esta sociedad y reconstruirla a partir de su fuerza, confiando en que la lucha por un mundo con igualdad de género es posible, sabiendo que juntas pueden seguir avanzando hacia una vida mejor, más democrática y justa para todos y todas.
En fin, se fueron dejando un relato emocionante:
"Me voy con una de las experiencias más maravillosas de mi vida"
"Me voy feliz"
"Me voy feliz de ser mujer"
"… lo necesitaba…"
Por Sandra Palestro.
Fuente: Observatorio de Género y Equidad
(1) Teresa Valdés. Ponencia: "Conciencia de género en los desastres naturales: la experiencia internacional"
(2) Paula Narváez. Ponencia: "Participación: del dicho al hecho" .
(3) Analucy Bengochea. Entrevista para el Observatorio de Género y Equidad.
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