Se encontraba en la cocina dando vuelta a la tortilla de patata que preparaba para la cena cuando oyó que José entraba. Tras largos años de convivencia, hasta esos detalles tan nimios, como el ruido que hacía al abrir la puerta, le informaban que era él. Siguió poniendo todo el entusiasmo en la realización de su obra. Ahí Senen del Sagartoki le llegaba a la altura del tobillo. ¡Con tantos miles de euros de por medio! ¿Cómo le iban a dar el premio guiness? Si la tortilla no lleva euros; solo patatas, huevos, aceite de oliva y sal. Como la hizo ella cuando se presentó al concurso de las fiestas del barrio. Porque Alicia no tenía la menor idea de lo que era la latitud ni tampoco la longitud, pero le pareció bien decir unas palabras tan bonitas e impresionantes al recoger el 1º premio.
Absorta rumiaba estos pensamientos cuando se dio cuenta que José, con toda su envergadura enfundada en sus 60 años, la estaba mirando apoyado en el quicio de la puerta. ¡Curioso y más curioso!— Se dijo— Algo no va bien. Ese nerviosismo retorciéndose las manos, esos sudores. Hasta que le oyó decir:—Te voy a dejar, me he enamorado de otra.—Supongo que ahora encontraré mi castigo ahogándome en mis propias lágrimas ¿verdad?—le dijo suspendiendo su labor y girándose para mirarlo de frente.—Aquí todos estamos locos Alicia. Yo estoy loco y tú estás loca.—A estas alturas de mi vida como que me da igual. Claro que son 20 años de amor, amor que era mantequilla de la mejor, donde yo puse el doble para suplir tu parte. Pero ahora ¿en qué se parece un cuervo a un escritorio? Pues esos somos tú y yo.—La teoría del verdugo —siguió diciendo— era que resultaba imposible cortar una cabeza si no había cuerpo del que cortarla, pues eso es lo que pasa aquí, no hay cuerpo, no queda nada de aquello que hubo entre nosotros. El mando a distancia con el que ejercías el control sobre mis sentimientos hace tiempo que está desactivado. Recoge lo que tengas que recoger y si te apetece te invito a un pincho de tortilla de despedida. ¡Ah! ¡Y necesitas un buen corte de pelo!Revista Opinión
Alicia estaba ya tan acostumbrada a que todo cuanto le sucediera fuera algo extraordinario, que le pareció de lo más soso y estúpido que la vida siguiera por el camino normal, pero terminó aceptándolo y más cuando ya no era la joven que fue sino que vivía en un cuerpo de mujer ya cumplidos los cincuenta. Se daba por lo general muy buenos consejos a sí misma aunque rara vez los seguía, como esa dieta que se había propuesto, en el fondo o por simple pereza se decía que a ella le gustaba lo natural como la vida misma.