Revista Opinión

Mujeres Sufragistas

Publicado el 04 marzo 2019 por Carlosgu82

El 4 de junio de 1913 ocurrió un dramático suceso en el derby de Epsom, la famosa carrera de caballos que se celebra anualmente en Gran Bretaña. En mitad de la carrera una mujer, saliendo de entre el público asistente, irrumpió en la pista, se abalanzó y se aferró a las riendas de Anmer, el caballo del rey Jorge V. Como resultado de la acción, caballo y jockey cayeron al suelo. La mujer malherida, quedó sin sentido y a los pocos días falleció. La señorita Emily Davison era una sufragista y muchas de sus compañeras la veneran ya como mártir.

Mujeres Sufragistas

El sufragismo fue un movimiento internacional de reivindicación del derecho de las mujeres a ejercer el voto y a ser votadas. Se originó en Estados Unidos en 1840 y, con una fuerte implantación en el Reino Unido, se extendió por Europa en 1865. En casi todos los países llevó tiempo y esfuerzo conseguirlo. Uno de los principales obstaculos con el que siempre se encontraron las sufragistas fueron razones políticas, el miedo de los partidos liberales a que las mujeres votasen en masa a los conservadores.

En Estados Unidos el sufragio femenino fue el resultado de una lucha ardua, que entró en conflicto con otros sectores pues a sus ojos distraía la atención de la población del objetivo principal, los derechos de los negros. Al principio se hizo campaña estado por estado, pero a partir de 1890 se iniciaron las acción a nivel nacional. Las tácticas empleadas abarcaban desde la persuasión oral hasta la militancia extremista. Lograron el sufragio en 1920.

 

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Las mujeres finlandesas fueron las primeras europeas en conseguirlo en 1906. Ya en 1893 lo habían conseguido las mujeres neozelandesas. Aunque en el Reino Unido se había iniciado el movimiento en 1860, no fue hasta 1903 cuando Emmeline Plankhurts fundó el Sindicato Político y Social de las Mujeres (WSPU) , con una ruidosa campaña radical, abandonando la tradicional presión política basada en convencer con cartas y argumentos a los diputados, y que ganó numerosos adeptos.

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Con el lema “Hechos y no palabras” lucharon por el voto de las mujeres, manteniendo una firme pugna contra un Gobierno. Estas mujeres, a las que llamaron “sufragistas” adoptaron una táctica de acción directa que incluía interrupciones a los oradores en el Parlamento y manifestaciones callejeras con actos violentos y de sabotaje como quemar buzones de correos, romper los cristales de los comercios o cortar los cables telefónicos.

La WSPU estaba organizada como un ejercito. Emmeline Plankhurst alentaba a las “tropas”, y su hija mayor Christabel estaba al mando. Como si de soldados se tratase, las sufragistas cumplían órdenes sin hacer preguntas y estaban dispuestas a darlo todo por su causa, incluso la vida, como así hizo Emily Davison en el derby de Empson en 1913.

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El verde de la vida, el púrpura del honor y el blanco de la pureza eran los colores de la escarapela tricolor de las sufragistas, y sus militantes las portaban con orgullo. Las casas de modas y los grandes almacenes no tardaron en aprovechar el tirón para diseñar ropa y complementos diversos con estos colores.

La sufragistas de la WSPU supieron difundir sus ideario fundando la editorial “Women’s Press” y publicaron sus propios periódicos, “Voto para la mujer” y “Sufragista”,  éste último de tendencia militante.La lucha continuaba en la calle, repartiendo folletos a los viandantes.

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El Gobierno británico se mostraba cada vez más terco y hostil. Entre 1906 y 1914 fueron arrestadas en el Reino Unido miles de sufragistas. En octubre de 1908, las sufragistas lograron reunir a decenas de miles de manifestantes que marcharon con la intenicón de entra en la Cámara de los Comunes. De improviso apareció la policía para impedir que entraran en el Palacio de Westminster y en los disturbios fueron reprimidas violentamente, lo que sólo sirvió para afianzar aún más su militancia.

A partir de 1913, a falta de resultados tangibles, las sufragistas radicalizó aún más sus acciones poniendo varias bombas que causaron daños materiales. Muchas fueron arrestadas y cuando comenzaron una huelga de hambre, el Gobierno, ante el riesgo de que su muerte las convirtiese en mártires, decidió alimentarlas a la fuerza mediante una práctica brutal que levantó una oleada de protestas, forzarlas a injerir el alimento a través de un embudo.

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A la vista de las protestas, el Gobierno decidió entonces aplicar lo que se denominó “ley del gato y del ratón”. Al igual que el gato juega con el ratón sin llegar a matarlo, las autoridades ponían en libertad a las sufragistas más debilitadas por la huelga de hambre para volver a detenerlas cuando estuviesen recuperadas.

En 1914 se inició en los campos de Europa la gran y devastadora Primera Guerra Mundial. La escasez de hombres para mano de obra, luchando en lo frentes europeos, puso en evidencia que las mujeres eran capaces de hacer los mismos trabajos que los hombres, desde conducir una ambulancia hasta trabajar en una fábrica.

Aunque al principio reacios, los capataces reconocieron que su ánimo, puntualidad y tesón suplía con creces la ausencia de los hombres, aumentado la productividad en un 250%. La mayoría de las mujeres se dedicó a producir municiones, trabajando 12 horas diarias durante toda la semana para asegurar el suministro a las tropas.

Aún inmersos en la Gran Guerra en Europa, las mujeres británicas, después de huelgas de hambre, provocar incendios y enncadenarse frente al Palacio de Buckingham, el Parlamento británico aprobó el 6 de febrero de 1918 una ley que otorgaba el derecho al sufragio a las mujeres mayores de 30 años. Por fin habían alcanzado su objetivo: el derecho al voto.

Una de las razones por las que el Gobierno británico tomó esta decisión tenía su origen en una ley vigente aprobada en 1884 por la cual sólo tenían derecho al voto los hombres cuyas ganancias fuesen mayor a un cierto umbral establecido por el Gobierno que, al al finalizar la Gran Guerra dejaría fuera a más del 40% por ciento de los hombre, la mayoría soldados.

Por este mismo motivo, también, para que el número de votos de las mujeres no fuese mayor que el de los hombres, se estableció la edad de 30 años para las mujeres votantes. Diez años despúes, en 1928 se aprobó el sufragio universal a partir de los 21 años.

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En España, el sufragio femenino se aprobó en las Cortes Constituyentes del 9 de diciembre 1931, tras un arduo debate en el que las socialistas radicales Margarita Nelken y Victoria Kent pedían retrasar el voto femenino argumentando que su analfabetismo en aquella época, sumada a una educación clerical, las empujaría a votar por los partidos conservadores, y eso podría perjudicar a la República. Esta razón estuvo apoyada por figuras de tendencia solicialista como Ortega y Gasset, Gregorio Marañón o Ramón Pérez de Ayala.

El histrionismo del debate llevó a los diputados republicanos de tendencia socialista a tal nivel que el diputado Roberto Novoa dijo: “La mujer es histerismo y se deja llevar por la emoción y no por la reflexión crítica”. Y el diputado Hilario Ayuso, en el colmo de los colmos, dijo: “el histerismo impide votar a la mujer hasta la menopausia”. La propuesta que defendían los diputados socialistas era que la mujer no ejerciese su derecho al sufragio hasta cumplir la edad de 45 años.

El voto femenino fue defendido por Clara Campoamor, argumentado que, en todo caso, con las políticas educativas que se habían llevado a cabo, el número de hombres analfabetos en España era mayor que el de mujeres. También defendió la idea de que el voto de la mujer era una oportunidad para salvarla de las garras de la fe católica, por una parte, y para que la mujer se viese comprometida con el nuevo régimen (República).

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Afortunadamente en la sesión del 1 de octubre de 1931 no prosperó las mociones de los diputados socialistas y el 9 de diciembre, en las Cortes Constituyentes, se aprobó el sufragio universal a partir de los 23 años de edad.

Finalmente en las elecciones de 1933, las mujeres españolas ejercieron su derecho a votar y a ser votadas. Curiosamente, Margarita Nelken, la más firme oponente al voto de la mujer, consiguió escaño en el Congreso de los Diputados tres veces consecutivas antes del estallido de la Guerra Civil.


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