Maria van Antwerpen nació en la guarnición de Breda en 1719. Se quedó huérfana a los 12 años y tuvo que empezar a trabajar como criada para diferentes patrones. A la edad de 27 años se alistó en el ejército como soldado bajo el nombre de Jan van Ant, y un año más tarde contrajo matrimonio con una mujer que, según la documentación, desconocía su verdadero sexo. Cuando en 1751 la guarnición a la que pertenecía se acuarteló en Breda fue reconocida, delatada y juzgada. El arresto fue un gran escándalo y Maria condenada al exilio. Años después en Gouda, adonde se había trasladado a vivir, fue persuadida por otra mujer para que se casase con ella. La ceremonia se celebró en 1762 y Maria volvió al ejército, esta vez bajo el nombre de Machiel van Antwerpen. Tampoco en esta oportunidad tuvo éxito y en 1769 en una visita a Gouda, de nuevo alguien la reconoció y la denunció. El 23 de febrero de 1769 un tribunal la condenó por "fraude flagrante y mayúsculo al falsear su nombre y calidad" y "burlar las leyes humanas y divinas del matrimonio". Desterrada nuevamente, su pista se pierde hasta 1781 fecha de su muerte en Breda.
Este caso no era extraordinario en la época, aunque sí contar con tanta información, y es que en Europa desde la Edad Media existió una tradición de travestismo femenino que se dio, fundamentalmente, en el noroeste. En la Monarquía Hispánica se conoce el caso de Catalina de Erauso, la monja alférez, pero no fue un fenómeno tan extendido como en el norte del continente.
Catalina de Erauso
Los casos mejor estudiados son los de Inglaterra y los Países Bajos, para los que se cuenta con más de 110 casos desde el siglo XVI al XVIII. Casi todas las mujeres pertenecían a clases bajas y habían sufrido el desarraigo familiar. No todas eran lesbianas ni los motivos sexuales fueron los únicos que les llevaron a adoptar apariencia masculina. Algunas mantuvieron el engaño tan sólo unos meses o unas semanas, otras durante años, otras durante toda su vida.
La diferencia entre hombre y mujer es la más básica. Se forma en la primera infancia y, por tanto, es uno de los aspectos más arraigados en la identidad de una persona. Un cambio de sexo es, por tanto, una decisión muy drástica. ¿Qué razones llevaron a estas mujeres a vestirse como hombres?
En la Edad Moderna había varias situaciones en las que las mujeres podían adoptar apariencia masculina como parte de una costumbre. Los ejemplos más claros son los carnavales, los viajes (por cuestiones de seguridad), los disturbios y las huidas (en casos de maltrato, por ejemplo).Pero estos casos no suponen un travestismo real, sino más bien un disfraz útil en una determinada situación, ya que era temporal y no había intención de engañar. Se trataba, sin embargo, de una práctica muy extendida.
Más interesantes son los casos de mujeres que hicieron permanente su apariencia masculina. Pero este paso, adoptar permanentemente la apariencia de hombre, fue más fácil de dar para ellas gracias a la existencia de esa tradición del "disfraz".
Los motivos de las mujeres que adoptaban una identidad masculina eran siempre complejos y no obedecían a una sóla razón pero sí se repite una serie de motivos que tenían más o menos peso en cada caso y son: seguir a un familiar o amante, el patriotismo y la pobreza.
Se conocen varios casos de mujeres holandesas que se embarcaron hacia las Indias Orientales para reunirse con sus maridos trasladados allí. Algunas lo consiguieron y otras fueron descubiertas durante la travesía, ya que en un barco, los marineros no gozaban de mucha intimidad y era fácil que el engaño saliera a la luz.
Hubo mujeres que esgrimieron el patriotismo como justificación para travestirse, no en vano los momentos de guerra son en los que se dan más casos. El amor a la patria y el deseo de defenderla como soldado llevó a muchas mujeres a adoptar apariencia masculina y alistarse en el ejército. Es más, algunas, a pesar de ser descubiertas fueron tratadas como heroínas. En el Antiguo régimen una manera de elogiar a una mujer era, precisamente, calificarla como "varonil". Así que, cuando una mujer contaba con "cualidades masculinas", más valoradas que las femeninas, era motivo de elogio por su excepcionalidad.
Geertruid ter Brugge, del cuerpo de Dragones, 1700
Pero también hubo casos en los que el motivo patriótico se volvió en contra de las mujeres en sus juicios porque salían a la luz motivos menos "elevados". Tal es el caso de Maria van Spanje que alegó haberse embarcado por el "anhelo de servir al país como marinero", pero que vio cómo se debilitaba su argumento cuando se descubrió que se había alistado en más de una ocasión embolsándose una buena cantidad de dinero cada vez.
Precisamente la falta de dinero, la pobreza, fue otro de los motivos que llevaron al travestismo. Cuando un hombre caía en la indigencia tenía la posibilidad de entrar en el ejército, pero la alternativa para la mujer solía ser la prostitución, menos segura y más despreciada por la sociedad. Para mujeres que se encontraban en situaciones de necesidad el conocimiento de que había habido otras que habían tomado el camino del travestismo y que habían tenido éxito fue un estímulo para seguir ese método también.
Además de todo esto, existía un componente psicológico más difícil de rastrear en la documentación. En la Edad Moderna sólo había una orientación y práctica sexual aceptada y era la heterosexual. Por tanto, para una mujer era prácticamente imposible pensarse a sí misma como lesbiana y no entrar en un conflicto profundo. El travestismo
A pesar de la pluralidad de los motivos, todas ellas sabían que había habido otras mujeres antes que ellas, que pertenecían a una tradición común, que fue desapareciendo paulatinamente hasta casi extinguirse a principios del siglo XIX.
Información extraída de: Dekker, R. y van de POl, L., La doncella quiso ser marinero. Travestismo femenino en Europa (siglos XVI-XVIII), Madrid, siglo XXI, 2006.