“Feminismo, “feminazi”, “matriarcado”, “ni una menos”; últimamente tenemos la cabeza alborotada con todas esas palabras (y otras más) todo el tiempo dispuestas a generar una revolución. Les voy a comentar sobre mi experiencia viajando junto al amor de mi vida y como una se vuelve más intuitiva, sensible, reacia, carismática, estratégica y todo al mismo tiempo; porque sí. Porque podemos.
Voy a explicar primero que nada que me encuentro actualmente recorriendo Sudamérica, con bajo presupuesto, junto a mi compañero y pareja; y para que todos se nos haga un poco más fácil optamos por trabajar como voluntarios en determinados lugares: fincas, hostel, camping, etc. Trabajamos un par de horas al día a cambio de alojamiento y comida. Me pasó entonces, en una ocasión mientras trabajamos en Mendoza, Argentina que una persona en particular nos hablaba, pero cada vez que se dirigía hacia “nosotros” yo no aparecía en el plano. Todo era mi pareja. Las cosas se las explicaba a él. Si era necesario algún tipo de ayuda se la pedía a él. A él le enseñaba cosas. Sin importar que yo estuviera a su lado, presente en la escena. La situación continuó así hasta que una tarde conversando “los tres” esa persona (cabe destacar que yo ahora lo adoro), le pide a mi pareja que le diga los números y precios de unas cuentas que teníamos pendientes. Mi pareja sin dudarlo un segundo me señaló a mí mientras yo, digna de una escena dramática, sonreía con satisfacción.
“Yo soy la de la buena memoria, y yo administro el dinero.” Dije ante la mirada sorprendida de un ser humano (porque el machismo no respeta sexos) que recién estaba notando mi presencia, después de habernos pasado allí casi tres semanas.
Sorprendentemente a partir de allí todo cambió; supuse que gracias a mis dotes administrativos me gané un lugar en el cual yo ya estaba sentada pero cubierta por una capa invisible.
A veces se me ocurre que si todo eso fue una especie de prueba por parte de esa persona (para medir mí ya de por si escaza tolerancia), quizá estaba viendo cómo me lo tomaba yo. Estaba esperando a que sola me quite la capa. ¿No es justo eso lo que deberíamos de hacer todas las mujeres?
Darnos a conocer. Quitarnos triunfantes la capa y disfrutar frente a los ojos incrédulos de quién se creyó inteligente pero cayó ante el hechizo de una tonta capa que nos cubría.
No hablo de matriarcados, de “feminazis”; hablo de no desesperar ante lo injusto porque lo justo aparecerá en cualquier momento. Hablo de esperar nuestro momento sin creernos más que otros. De saber resistir, hasta lo último. De saber perdonar y de entender que no podemos meterle en la cabeza a otros los ideales que mantenemos al rojo vivo en la nuestra.
Y que la capa nos hace invisibles, sí; pero no nos quita derechos, ni obligaciones… ni vida. Lo mejor que podemos hacer siempre, siempre es confiar en nosotras mismas, en nuestras habilidades, en toda la fuerza que llevamos dentro y nunca, nunca desanimarse ante ese tipo de situaciones injustas. Que la vida es una sola.
Y hay que disfrutarla.