Las recientes imágenes de las manifestaciones del pasado 8 de marzo no han hecho sino confirmar que el feminismo es una de las grandes fuerzas sociales de nuestro tiempo. Parece que la tradicional lucha de clases ha dado paso, en este mundo cambiante y líquido a una especie de enfrentamiento entre sexos, siendo una de las reivindicaciones más recurrentes la del escaso número de mujeres que se encuentran en posiciones de poder y las especiales dificultades que tienen para acceder al mismo.
Por supuesto, Mary Beard se coloca a ella misma como ejemplo. Según cuenta, cuando los haters de internet la han insultado, lo han hecho con especial crudeza, refiriéndose sobre todo a su físico presuntamente poco agraciado, algo que, según ella, no suele sucederle a los hombres públicos. Remontándose a Homero, Beard expone una larga tradición de sumisión forzada femenina que llega hasta nuestros días. Por supuesto, la autora de Spqr no carece de argumentos en su denuncia pero, honestamente, creo que su ensayo adolece de un excesivo victimismo. No creo que sea cierto que las mujeres estén especialmente expuestas a las críticas más crueles. Es más, a veces a los hombres se les puede caricaturizar de maneras que sería impensable aplicar a una mujer. Un ejemplo claro lo tenemos en una de las últimas portadas de la revista satírica El Jueves, en la que aparece en portada un dibujo de los tres líderes de la derecha española atrapados por los testículos por un símbolo feminista. La misma portada con protagonistas femeninas provocaría, sin duda, una oleada de indignación que haría que se tuviera que rectificar la edición de la revista.
Muchos dirán que es lógico que esto es así puesto que, si las mujeres han sido el sexo discriminado a lo largo de la historia, es justo que los niveles de respeto hacia las mismas sean más exigentes. Yo creo más bien que la igualdad, sobre todo si conlleva acceso a posiciones de poder, lleva aparejada inevitablemente ciertas servidumbres, entre las que se encuentra el foco público de las críticas. Y es bueno que así sea, porque la gente tiende a criticar con la misma severidad las meteduras de pata de hombres y mujeres (con excepción de una minoría de redomados machistas), teniendo tendencia a ser más benévolos con los que se acercan más a las ideas propias. Mujeres y poder es un libro militante (derivado de una conferencia impartida por la autora) y ahí están sus limitaciones: parte de una idea y la defiende a toda costa con unas dosis de victimismo un tanto exageradas.