La caída de su popularidad en las encuestas no es la única precipitación que le quita el sueño a la Presidenta Dilma Rousseff. La falta de lluvias en Brasil durante los últimos meses ha llevado al país al borde de una crisis energética que se agravaría durante el próximo Mundial de Fútbol, cuando se espera un consumo récord de electricidad y hay riesgos de que ocurran apagones.
"Habrá un pico de consumo de energía, tanto en los hogares como en las industrias - alimentos, bebidas -, comercio, y servicios relacionados con el turismo. Un apagón durante ese período provocaría mucho descontento y podría disparar protestas como las que vimos en junio del año pasado, cuando la gente se quejó del dinero gastado para los estadios y reclamó mejores servicios públicos", apuntó a REFORMA el analista Rafael Cortez, de la consultora Tendencias.
La temporada de lluvias que acabó el mes pasado fue una de las más débiles de la historia brasileña y dejó al sistema hidroeléctrico, que proporciona el 70 por ciento de la energía que se consume en el país, funcionando por debajo del nivel seguro de sus reservorios de agua.Según el Operador Nacional del Sistema Eléctrico (ONS), la última semana en las regiones Sudeste y Centro-Oeste, donde se tienen la mayor capacidad de almacenamiento, las presas estaban sólo un 38 por ciento llenas.
Esa marca que se acerca peligrosamente al 32 por ciento de 2001, cuando Brasil tuvo que imponer un racionamiento de energía en medio de cortes forzados de electricidad que duraron hasta 2002.
Además, en Sao Paulo, la mayor ciudad del país, el sistema de represas Cantareira está en su mínimo histórico, con agua apenas al 10 por ciento de su capacidad.
La compañía de Saneamiento Básico de Sao Paulo (Sabesp), que administra el sistema, calcula que, si no llueve pronto y se mantienen los niveles de consumo, habrá agua para sólo tres meses.
"Realmente pasamos por una de las peores hidrologías que se tiene registro desde 1931. Nunca hubo, al mismo tiempo, una situación tan mala en los subsistemas Sudeste/Centro Oeste y Nordeste. Vivimos una condición hidrológica extrema, bastante difícil", reconoció Mauricio Tolmasquim, presidente de la Empresa de Investigación Energética, vinculada al Ministerio de Minas y Energía.
Sin embargo, como se trata de un año electoral en el que Rousseff apuesta a lograr la reelección en los comicios del 5 de octubre, desde el Gobierno se evita considerar cualquier medida que pueda reducir el consumo y por ende la actividad económica.
Al empezar la temporada seca, que se extiende de mayo a noviembre, miembros de la Administración ni se atreven a mencionar las palabras 'crisis energética', pese a la alarmante realidad.
"No estamos trabajando con la hipótesis de racionamiento de energía", descartó el Ministro de Minas y Energía, Edison Lobão.
Tras el masivo corte de energía que ocurrió a principios de febrero, cuando una falla en el sistema dejó a oscuras 11 estados, seis de los cuales serán sedes mundialistas, las autoridades resaltaron que los partidos del Mundial no estaban bajo riesgo porque la FIFA exige un esquema especial de abastecimiento para los estadios y la transmisión del evento.
Cada arena de la Copa debe contar con un sistema de alimentación de energía doble, con una red propia de generadores y baterías que aseguraría los encuentros. Aún así, un corte de luz generalizado en una gran ciudad justo cuando todo el mundo esté viendo un partido por televisión tendría consecuencias imprevisibles.
"El Gobierno está jugando a la suerte; hoy estamos en manos de la naturaleza. Se debería lanzar de inmediato un plan para concientizar a la población y reducir el consumo de agua y energía en vez de buscar aumentarlos", advirtió Adriano Pires, director del Centro Brasileño de Infraestructura.
"El Gobierno está actuando irresponsablemente. No piensa en el país sino en llegar a las elecciones de octubre, pero tarde o temprano tendrá que asumir el problema que está generando".
Mientras tanto, los brasileños siguen comprando televisores para ver los partidos del Mundial, que se celebrará del 12 de junio al 13 de julio, y el país se prepara para recibir a unos 600 mil visitantes extranjeros en sus aeropuertos, hoteles, restaurantes y bares.
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