Guerras financiadas con oro
Analistas antihegemónicos –incluso prohegemónicos– tienen bien claro que el dólar se mantiene con vida artificial, no por su fortaleza, sino por ausencia de una divisa más fuerte en el mercado. Hoy, dolientes y aspirantes a sepultureros coinciden en que el fin –incluso la prolongación– de la guerra contra la nación eslava podría ser el certificado de defunción del dólar y que el documento debería ser grabado en un lingote de oro. Entre el dólar impreso y el metal áureo la relación ha sido silenciosa y distante, pero implacable, a lo largo de casi un siglo.
El metal dorado ejerce una atracción casi mágica, sobre todo en los bancos centrales –guardianes del sistema comunista y capitalista– por su poderosa cualidad de mantenerse en alza en medio de las peores turbulencias, con la virtud adicional, a diferencia de las monedas y los bonos: no depende de ningún emisor o gobierno. De hecho, desde hace bastante tiempo, muchos bancos centrales y privados compran oro y lo pagan en dólares, en una suerte de mercado intermonetario en formación que todo el mundo sabe que marcará el fin de la moneda bancaria, desconociendo cuándo se producirá.
La batalla silenciosa
China, considerada la mayor productora de oro mundial, lleva varias décadas comprándolo en grandes volúmenes dentro y fuera del país. El valor de sus reservas auríferas pasó de $148.640 millones de dólares a $161.070 millones. Las reservas de divisas del coloso asiático ascienden a 3,20 billones de dólares, la cifra más alta de todos los países según el Consejo Mundial del Oro (World Gold Council por sus siglas en inglés), organización privada que registra los niveles de producción de la industria. China y la mayoría de los demás países se cuidan de no publicar el monto exacto de onzas acumuladas, unos porque su cifra es precaria y otros porque es muy abultada, en ambos casos por razones estratégicas. La misma China ha reconocido más de una vez que las cifras reales de sus reservas de oro están muy por encima de los datos publicados por WGC, aun así, se ha mantenido en silencio desde el 2019.
La empresa que monitorea la producción estima que el coloso asiático tiene 2.113,46 toneladas de oro en reservas. Al compararlas a las de Estados Unidos, con un 60% de sus reservas —más de 8.000 toneladas— o con la media de otros países, que equivale a un 40% y un 50% de sus reservas, los datos oficiales de Pekín lucen muy por debajo de la cantidad que sería lógico esperar. Otros analistas independientes estiman que sus reservas son al menos el doble que las de Estados Unidos.
Según WGC, en 2023 los bancos centrales agregaron a sus reservas la mayor cantidad de oro que se conoce desde1950, cuando comenzó el registro. China lleva varias décadas comprándolo en grandes cantidades dentro y fuera del país. Contrariamente a la mayoría de los bancos centrales, que reportan sus compras de oro al Fondo Monetario Internacional (FMI) cada trimestre, los bancos centrales de China y Rusia lo compran y almacenan sin declararlo como reservas. A finales de 2023, las reservas de oro de Rusia se elevaron a 155.900 millones de dólares y las reservas de oro resonante aumentaron en 35 toneladas. Las inversiones de Rusia en oro, en términos de valor, aumentaron en 155,9 mil millones de dólares, por lo que las reservas del metal se elevaron en 2023 la cantidad de récord de 151,9 mil millones dólares.
El trono dorado
La idea de destronar a la divisa hegemónica es tan vieja como su precaria salud, pero los líderes gubernamentales renuevan constantemente el planteamiento. En un discurso pronunciado durante un viaje de Estado a China, el presidente de Brasil, Lula da Silva, exhortó a los países Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) a desarrollar una nueva moneda y alejarse del dólar. ¿Por qué no podemos comerciar con nuestras propias monedas? Preguntó en declaraciones a The Financial Times. Alertó que todos los Gobiernos desarrollados callan mientras los subdesarrollados gritan a coro: ¿Quién fue el que decidió que el dólar fuera la moneda tras la desaparición del patrón oro? Todas las respuestas apuntan hacia la Casa Blanca. En otro escenario financiero, el Nuevo Banco de Desarrollo de Shanghái, Lula reiteró el planteamiento hecho a las naciones Brics.
Y no es el único. Mucho antes de morir en la horca –evento públicamente celebrado por Barack Obama– el presidente iraquí Saddam Hussein propuso a los países de la OPEP que cobraran los embarques de petróleo en monedas nacionales. Eso fue mucho con demasiado para Estados Unidos, pero más lo es la concentración masiva de piezas doradas que respaldarían el proyectado sistema económico global antihegemónico.
No son necesarias las cifras reales para admitir la mortal debilidad del dólar y el poder ascendente del oro. Será fácil predecir cómo será el final del dólar si el camino es la tercera conflagración mundial: las guerras futuras serán financiadas con oro y no con dólares. Y parece ser, a simple vista, que los dueños del oro no están en el mundo occidental. Algo muy importante si tomamos en cuenta que el premio de las nuevas guerras no será el mismo de la Segunda Guerra Mundial: quien gana, gana todo; quien pierde, pierde todo.
Raúl Pineda