Aquel día el mundo
se paró a
retazos.
Acudí a tu mirada
para ver reflejada la mía.
Para ser
desde cerca
caricia,
para sentir
tus manos
entre mis
brazos.
El mundo silente,
inmóvil,
paciente
arrancó de nuevo.
Locomotora sin vías,
esbozaba un azul cielo,
entre chirrío de dientes.
Me invadió la calma.
El viento ondulaba tu melena,
reflejaba mi sonrisa viajera;
con los dedos en los labios,
con los pies en la hierba;
con los besos morados
de sorbernos...
como a un helado.
En medio
de aquella
astral tormenta,
la Tierra era libre
de cambiar su destino;
se puso la órbita
por montera,
y con arrojo…
siguió su camino.
Chema García