Revista Opinión

Mundos extraños, submundos o inframundos

Publicado el 18 enero 2012 por Romanas

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Mundos extraños, submundos o inframundos Ha comenzado uno de los 3 juicios contra Garzón y, sin darme cuenta, me hallo ante una serie de contradicciones que, para mí al menos, son insalvables. Garzón, profesionalmente, es un juez, es decir alguien investido de la potestad de juzgar a sus semejantes que ahora pasa por el difícilísimo trance de que otros jueces lo encausen a él.Daría, yo no sé lo que daría, por introducirme en la cabeza de Garzón y leer todos sus pensamientos porque estoy seguro de que son de los más interesantes del mundo, porque indiscutiblemente ahora está viviendo la suprema injusticia de que otros hombres, algunos de ellos, peores que él mismo, y él lo sabe, se arrogan la potestad de juzgarle.-Qué injusticia-pensará él-, que este tipo que me odia a muerte, que ha pasado la mayor parte de su vida dando como 1ª clase a sus alumnos, a los que preparaba las oposiciones a la judicatura, la de exhortarles a que no fueran como yo, diciéndoles aquello de que “al mundo Dios ha venido 2 veces, una en Judea, el Cristo, y otra, en Jaén” o sea, yo, porque yo soy la esencia de la maldad judicial para él y ahora una sociedad que ha perdido la facultad de razonar le encarga a él, mi enemigo mortal, la tarea de instruir un sumario contra mí, por prevaricación, o sea por dictar a sabiendas resolución injusta, mientras él, que ha demostrado durante muchsísimos años ser mi enemigo mortal, se ha ocupado ostensiblemente de instruir una de las 3 causas contra mí, infringiendo el precepto de la LEY ORGANICA DEL PODER JUDICIAL (LOPJ) que ordena taxativamente que el juez en el que incurriere una de las causas que se expone a continuación deberá inhibirse de juzgar y, si no lo hace, podrá ser recusado, y una de dichas causas es la de tener amistad íntima o enemistad manifiesta con el encausado, artículo 219. 8. de dicha LOPJ.Yo he expuesto por aquí, varias veces, la injusticia radical que supone, desde el punto de vista ético, porque las normas éticas son también, como normas, esencialmente jurídicas, que un hombre, sujeto de virtudes, pocas, y pasiones, muchas, se arrogue impunemente la facultad de juzgar a otros hombres. Es una contradicción tan flagrante que incluso los clásicos más remotos, Sócrates y Platón, hubieron de ocuparse de ello en aquel diálogo tan famoso que nos narra el último, en el que aquél le preguntaba “¿qui custodiat custodes?”, quién vigilará a los vigilantes, quién juzgará a los jueces, a lo que el 2º de los sabios más importantes de aquellos tiempos sólo pudo contestar “ellos mismos”, consciente, como seguro que lo era, de que esto no es humanamente posible porque el hombre, como luego diría otro genio insconmensurable del pensamiento, es humano, demasiado humano, lo que quiere decir que es un jodido tipo en el que la injusticia forma parte de su propia naturaleza, o sea, que es un puñetero hijo de puta, o sea un ser desfalleciente, como nos diría muy acertadamente el de Aquino.O sea que ésta de juez es una profesión antinatural, esencialmente inhumana.Pero también hay otras semejantes, como la de sacerdote y la de soldado.Un cura es un tipo que exhorta a los demás a ser buenos, decentes, honrados, pero que él no lo es porque no puede serlo. De modo que se pasa todo el día diciéndole a los otros: “haced lo que yo os digo pero no hagáis nunca lo que yo hago”, consciente todo el tiempo de la contradicción que supone su propio oficio. Pero ahí está ese obispo que nos exhorta a no fornicar mientras el mundo entero se asombra de esos miles de abusos deshonestos que todos los días se descubren de sacerdotes sobre niños que acuden inermes a su catequesis.Y el soldado, ya sé que otro de los clásicos dijo aquello de “si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, pero cuesta mucho creer que son antibelicistas convencidos, y no ardientes adoradores de la guerra, unos tipos que eligen la carrera de las armas porque quieren evitar que dichas armas se usen, cuando en toda guerra, una de las partes, por lo menos, es canallesca e injusta.De modo que ahora, Garzón, es el alguacil alguacilado. Porque él también persiguió a muerte a todos aquellos que fueron compañeros suyos en el gobierno de Felipe González y que le arrebataron la cartera ministerial a la que él aspiraba, de modo que dimitió de aquel carguito que le dio González, e invirtió su odio africano en la persecución de los que habían sido sus compañeros.O sea que Garzón prevaricó, no sabemos bien si lo ha hecho ahora pero sí que sabemos ciertamente que lo hizo entonces, pero en aquel tiempo, ninguno de estos feroces jueces perseguidores de ahora inició su persecución sólo porque entonces él, Garzón, iba en la buena dirección puesto que atacaba a los demoníacos jerifaltes de la odiosa izquierda y la judicatura, ya se sabe, es por naturaleza ultraderechista, pero, ahora, este loco se había revuelto contra ellos mismos y había comenzado a encausar a los suyos, a sus propios compañeros, infringiendo así la 1ª y más sagrada de las normas no escritas de dicha profesión: ay de aquel que roce con la pluma más ligera del ala de un ángel a uno de nosotros, más le valiera atarse una piedra al cuello y arrojarse de cabeza al mar. O sea que Garzón está ya juzgado y condenado y todo esto no es sino una pantomima para embaucar al personal.

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