Levantados bien temprano, agarramos nuestro cachachá para explorar Bali. Decidimos ir a los lados del norte, donde nos hablaron de lagunas, volcanes, montañas. Fue un viaje de tres horas por una carretera que nos hizo recordar (a los venezolanos) al Parque Henry Pittier, llena de curvas, bosques, frío, sólo que esta tenía la particularidad de enseñarnos cada cierto tiempo unos hermosos arrozales, cientos de terrazas con cosechas, paisajes hermosísimos, puro verde y más verde.
Por el camino que tomamos, llegamos a Munduk, ubicado en el norte, pero antes de llegar a la costa. Está rodeado de dos grandes lagunas ubicadas entre montañas, cubiertas por neblina, y con un clima fresquito, que hace olvidar el calor pegajoso. La primera laguna se ubica un poco antes del pueblo, y tiene sitios donde sentarse alrededor de ella, está un poco descuidado, pero la laguna si está bastante limpia, así que vale la pena la vista. Seguimos un poco más y entramos al pueblo, no valió la pena quedarse allí, así que continuamos con el recorrido. Cinco kilómetros más lejos, llegamos a la segunda laguna, la cual si es mucho más grande y la carretera la bordea un rato. Había sitio donde sentarse, algunos turistas, indonesios emparejados, y algunos vendedores. Seguimos más hacia la costa, y llegamos al pueblo de Seririt, un pueblo de pescadores, pero contradictoriamente comimos cerdo en vez de pescado, y luego continuamos a la playa, pero no fue lo esperado. Encontramos una playa de aguas muy tranquila, arena oscura, pero muy sucia, muchos desperdicios generados por la gente, regados por todas partes, el agua llena de basura, muy triste, porque de verdad la playa tenía todo el potencial de volverse un sitio más visitado. Los niños que estaban cerca se nos acercaron, un señor también, los niños pedían que les tomáramos fotos, y luego de un rato comenzaron a pedirnos dinero en inglés, era la única palabra que conocían. La cuestión se puso fuerte y nos fuimos. Optamos por ir directo a casa, pues el viaje era de más de tres horas y no queríamos que nos agarrara la noche.El regreso fue casi de cuatro horas, pues tomamos otro camino, lo malo fue la lluvia y el frío que estaba haciendo, como estábamos en moto llegamos muertos, con las manos congeladas. Pero al entrar más al sur de Bali, comenzamos a sentir el calorcito y se fue pasando. Volvimos a casa agotados, luego de estar seis horas sentados en moto, pero estuvimos en otros sitios distintos, con paisaje bellos, hermosas fotografías. Bonita experiencia.