Observaba complacida sus grandes ojos castaños intentaba buscar en ellos su reflejo, sin éxito; – ¡demonios!, mascullo entre dientes mientras continuaba mirando sus grandes mejillas antes rosadas, eres muy hermosa. Mi esposo tuvo toda la razón en haberte buscado.
Recostó su cabeza observando cómo sus parpados se cerraban al hacer este movimiento, retrocedió de inmediato y volvió a poner su cabeza en la posición inicial, quería ser observada, no podía hacerlo si ella cerraba los ojos, notó al moverla como sus labios se entreabrían, ofreciéndose a ser besados, delicadamente se acercó a ella y roso sus labios con los propios, los sintió fríos, sin ánimo, sin fuerza, entusiasmada por el acto y por su deseo fue un poco más allá, la beso con pasión e introdujo su lengua; sintió una sensación extraña, entre deseo, asco y repulsión por el sabor a cobre que sintió, no pudo evitar soltar la carcajada – ¿mi esposo te besaba así? ¿Siempre tuviste ese sabor? Dijo en voz alta mientras acariciaba su cabello rubio, el cual la dejo ensimismada pensando en su apariencia, una idea ilumino su rostro mientras sus dedos ágilmente en entrelazaron empezando a tomar mechones, acariciándolos, sintiéndolos delicados y suaves entre ellos, inició así una trenza, ágilmente tejía su cabello, sentía como su corazón se aceleraba y se entusiasmaba ahogando en su boca una risa aunque no podía contener el brillo en sus ojos – maldita sea – gritó al darse cuenta como sus dedos habían manchado el cabello rubio de ella, su trofeo, su muñeca, se llevo los dedos a la boca sintiendo de nuevo ese sabor, el asco recorrió por completo su cuerpo haciéndola sentir arcadas, se contuvo respirando lentamente, sin embargo el olor penetró por su nariz completando la sensación sin poderse detener soltó la cabeza que había cuidado tanto llevando ambas manos a su boca para evitar expulsar el contenido de su estomago. – ¡¡¡maldita sea!!!- gritó esta vez observando su obra manchada por la sangre que había en el suelo.
Levantando la cabeza manchada a la altura de sus ojos la observa con rabia mientras dice, -Al fin y al cabo eres solo una amante más, mi esposo observará al llegar mi altar de muñecas, tú mereces esta apariencia, así, manchada, siempre fuiste la más sucia.