Basta ver el encabezado del blog para deducir que me encaaaanta su obra. La encuentro enérgica, divertida, naïf, colorista y kitsch. Vamos, que tranquilamente pondría alguna de sus creaciones en mi casa. Evidentemente no creo que pueda hacerlo nunca. Ni siquiera me llega para uno de esos bolsitos de Vuitton que hace en colaboracion con Marc Jacobs. ¡Cachis! ¡Qué pena!
Muchos lo llaman el Warhol japonés. No es que su empresa sea como The Factory en plan guateque-festivo-alucinógeno. En la suya, Kaikai Kiku, tiene empleadas a 160 personas de forma fija con el objetivo de apoyar a jóvenes artistas creando obras con la marca Murakami. Anime, pintura, escultura, diseño industrial, moda y merchandising. Un poco de todo. Es uno de los artistas más cotizados. Quizá por eso es tan admirado como odiado.
No es poca la polémica que se ha generado con esta exposición. Lo de siempre. El contraste de una sala de baile del siglo XVII con una estatua de fibra de vidrio de Murakami no deja a nadie indiferente. Y eso que no es la primera exposición que se organiza en el Palacio con artistas que aparentemente no tienen nada que ver con la residencia real de Luis XIV. Jeff Koons (autor de Puppy, el perro de flores del Guggenheim de Bilbao) y Xabier Veilhan también tuvieron su momento.
Os dejo una muestra de la expo para que juzgueis vosotros mismos:
Al margen de polémicas, a mí me parece que estas iniciativas resultan muy interesantes porque también pueden servir para acercar e interesar a los amantes de un tipo de arte a otro y viceversa. No por ser diferentes se tienen que excluir.