Hoy, día del censo nacional, murió en la provincia de Santa Cruz, el ex presidente de la Nación Néstor Carlos Kirchner.
Estoy inmensamente triste.
Kirchner encarnó la pasión hecha política e impuso cada uno de los puntos claves de la plataforma electoral que lo llevó a la presidencia en 2003.
No sólo dignificó la lucha por los Derechos Humanos en la Argentina, recibiendo a las Madres y Abuelas, y llevando justicia a esas banderas de lucha populares y nacionales, sino que nombró una Corte Suprema de Justicia con peso propio y credibilidad.
Y recuperó la forma activa de hacer política y la esperanza de un pueblo diezmado después del desastre del 2001.
Kirchner sabía que tenía que parar, pero no lo hizo jamás. Fue un militante perseverante y un luchador extraordinario, fiel a sus convicciones, que intentó hasta su último aliento dar pelea a los poderosos de verdad. A los que marcan agenda desde los medios oligopólicos y sus aliados de la derecha reaccionaria.
Luchó contra el Fondo y con los socios locales del Fondo. Pagó la deuda y fue un estadista.
Lo hizo con actos concretos. No lo prometió.
La figura de Kirchner quedará para siempre entre los más grandes dirigentes nacionales porque se animó a derogar las leyes de obediencia de vida y de punto final. Porque fue valiente.
De ahora en adelante, este pueblo se enfrentará a un nuevo desafío.
De todos nosotros depende no regresar nunca más al pasado de la impunidad y la desdicha.
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