Revista Opinión
Por Bahia M.H Awah / Texto de Mohamed Salem Abdelfatah, EBNU / Foto de archivo / Y..¿Dónde queda Sahara?
Murió el poeta, lejos del hogar, como diría el poeta del poeta que murió desterrado, lejos de la patria, lejos de un patio de Sevilla y de un huerto claro donde madura el limonero.
Hace unos pocos meses en los Campamentos de Refugiados Saharauis, lejos de su querida tierra, lejos de Saguia el Hamra, perdió la vida el gran poeta saharaui Beyebuh. El camello blanco que lo aguardaba para su último viaje emprendió la marcha hacia la eternidad.
La última vez que le vi estaba durmiendo, fui a despedirme porque al día siguiente me iba de viaje, saludé y entré. El poeta estaba tendido de costado y llevaba una darraa blanca. A su lado había dos mujeres que vestían de negro, me senté e intercambié unas palabras con las mujeres. Una de ellas quiso despertarlo pero le sugerí que no lo hiciera, por nada iba a interrumpir el descanso del poeta y más en el estado en que se encontraba. Por aquellos días la salud del poeta se había deteriorado y me pareció que un rato de descanso era más importante que cualquier duda que yo tenía sobre algunos términos de su poesía, a pesar de que en un encuentro anterior acordamos que pasaría a ver si era posible que me explicara algunas cosas, sumado a que mi egoísmo añorara disfrutar de su grata y siempre enriquecedora compañía.
Me levanté, me despedí de las mujeres y les pedí, que por favor me despidieran del poeta y que le transmitieran mis deseos de una pronta recuperación.
Y cuál es tu nombre, hijo, preguntó una de las señoras.
Soy hijo de Beyebuh. Díganle que vino a verlo Uld Beyebuh.
No te falta razón, todos somos hijos de Beyebuh, dijo la otra mujer.
Beyebuh ha sido y lo seguirá siendo, el padre de todos los saharauis, desde que decidió dedicar su poesía exclusivamente a la revolución del 20 de mayo y la lucha del pueblo saharaui por su libertad. A lo largo de los últimos cuarenta años de la historia reciente del pueblo saharaui, el poeta ha estado presente contando a través de su poesía, cual reportero de guerra, todas las batallas y las gestas emprendidas por el Ejército de Liberación Saharaui y sus victorias sobre los ejércitos invasores.
Colaborando con las instituciones de cultura e información del Estado saharaui ha plasmado junto a otros poetas las batallas que el joven estado libraba en la arena internacional, a nivel diplomático, político y cultural para dar voz a la causa saharaui por todos los rincones del mundo, su poesía hecha canción fue popularizada por diferentes grupos y cantantes saharauis, donde denunciaba la ocupación, la represión y la constante violación de los derechos de los saharauis en las ciudades ocupadas.
Su poesía es muy didáctica, aconsejaba, advertía, mostraba e iluminaba el verdadero camino por el que debería transitar el pueblo hacia el objetivo final.
Tenía una memoria prodigiosa, una cabeza llena de cientos de historias, del ayer y de hoy, parte de la memoria del pasado y del presente de los saharauis y aunque en los últimos años tuvo problemas de vista la poesía seguía fluyendo, el manantial de sus versos estaba a rebosar. Con su desaparición física, inevitablemente desaparece parte de nuestra historia, de nuestra mejor y más ardorosa poesía, el hablar pausado y firme, la elocuencia, el talento innato para captar a quien le escucha y el privilegio de haber hecho felices a los saharauis en medio de sus mayores penurias.
Beyebuh, nos ha hecho llorar y reír de emoción, nos ha hecho pensar y analizar nuestra realidad, nos dejó claro que solo con la unidad llegaremos al objetivo final y nos legó su visión, su fuerza y determinación.
En uno de sus últimos poemas, no me atrevo a decir el último porque estoy seguro que siguió creando hasta su muerte, dejó claro que lo que más le dolería cuando le llegara la hora de partir sería la ausencia de los amigos.
“…solo la ausencia de los amigos no la podría soportar”
Se fue Beyebuh, como tantos hombres, mujeres y niños de este pueblo en las zonas ocupadas, en los campamentos de refugiados y en la diáspora y se irán muchos más.
Son muchos años de exilio y espera y el tiempo impasible sigue su curso ajeno a nuestras desgracias, mientras vamos poco a poco, por la libertad, dejándonos la vida.
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