Con la muerte de Franco Zeffirell, cuyo nombre real era Gianfranco Corsi, este sábado a los 96 años en su casa de Roma, desaparece una concepción del cine muy cercana a la operística. Actualmente, muchos directores también consideran las películas como herramientas para levantar grandes espectáculos, pero la línea de Zeffirelli, heredada de un genio que además fue amante suyo, Luchino Viscoti, desaparece con él. Visconti creó un cine más apegado a la tierra y a los sentimientos que el de Zeffirelli, cuya obra se mantuvo aferrada a un clasicismo en la forma y en los temas y autores que le inspiraron. A pesar de ello, la carrera del cineasta se ha prolongado durante seis décadas a través de la gran pantalla, el teatro y la ópera. Con indudable éxito, especialmente en los sesenta y los setenta: es uno de los ocho directores italianos que han sido candidatos al Oscar. Zeffirelli «se ha apagado serenamente tras una larga enfermedad».
El hijo de Zeffirelli, Luciano, dijo que su padre murió en su casa el sábado.
«Había sufrido durante un tiempo, pero se fue de manera pacífica», dijo.
Nacido en Florencia, el 12 de Febrero de 1923, Gianfranco Corsi era el hijo ilegítimo de un comerciante de lanas, Ottorino Corsiuna, y una diseñadora de moda, Adelaide Garosi Cipriani, que tenía un negocio boyante en el centro de esa ciudad. Ambos estaban casados con otras parejas, y el escándalo del nacimiento de Gianfranco hizo languidecer la tienda de su madre, que falleció cuando su hijo tenía seis años. Garosi era una apasionada de Mozart, y quiso darle al niño el nombre del aria de Idomeneo llamada Zeffiretti lusinghieri, pero en el registro civil se equivocaron y escribieron Zeffirelli.
Criado en casa de una tía, Zia Lide donde aprendió inglés, ya que a tomaba tres veces por semana lecciones de inglés con un expatriado británico que vivía en Florencia. Su pasión por el teatro empezó durante su infancia, cuando en unas vacaciones en la Toscana vio obras representadas por compañías itinerantes. Su primera ópera fue el «Walkuere» de Wagner a los 8 o 9 años.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Zeffirelli formó parte de la guerrilla de la resistencia italiana, y tras la entrada de las tropas aliadas en su país, sirvió como traductor para un regimiento escocés.
Acabado el conflicto, el artista estudió Arte y Arquitectura en su ciudad natal, y comenzó a actuar en producciones radiofónicas. Al cine llegó como ayudante de dirección de Vittorio de Sica, Roberto Rossellini y del hombre que le cambió la vida, Luchino Visconti. Se conocieron en Roma, cuando Zeffirelli actuó en un pequeño papel de una adaptación teatral de Crimen y castigo que dirigía Visconti. En 1948 se convirtió en su asistente de dirección en La terra trema. Con Visconti también trabajó en Senso (1954), y Zeffirelli ayudó a Salvador Dalí a llevar a buen puerto los diseños que el pintor español realizó para la versión destinada a los escenarios italianos que Visconti dirigió de Como gustéis, de Shakespeare.
A mediados de los cincuenta nació su amistad con Maria Callas, a la que dirigió en varias óperas. Zeffirelli solía encargarse también del diseño de los escenarios, de ahí que tras debutar en la dirección cinematográfica con la comedia Camping (1958), su segundo largometraje fuera el documental para televisión Maria Callas at Covent Garden (1964).
En 1960, después de haber dirigido con éxito la ópera Lucia di Lammermoor, en la Royal Opera House de Londres, provocó un terremoto en los escenarios londinenses con su versión en el Old Vic de Romeo y Julieta, con escenarios que recreaban de forma realista Italia y con un joven reparto acorde a las edades de los personajes del drama de Shakespeare, empezando por los protagonistas, John Stride y Judi Dench. Con este trabajo ganó un Tony especial por su diseño.
Pero Zeffirelli era más conocido fuera de Italia por sus películas románticas. Su «Romeo y Julieta» de 1968 trajo la historia de Shakespeare a una generación nueva y apreciativa, y su «Hermano Sol, la hermana Luna»
«Romeo y Julieta» establecieron récords de taquilla en los Estados Unidos, aunque se hizo con dos actores desconocidos, Leonard Whiting y Olivia Hussey. La película, que costó $ 1.5 millones, recaudó $ 52 millones y se convirtió en la película de Shakespeare más exitosa de la historia. Aunque un año antes Zeffirelli había dirigido a Richard Burton y a Elizabeh Taylor en La mujer indomable (versión de La fierecilla domada), fue Romeo y Julieta la película que le dio fama, una candidatura al Oscar y le convirtió en millonario.
Muchas de sus películas no han soportado bien el paso del tiempo; solo algunas, como su biografía de san Francisco de Asís, Hermano Sol, hermana Luna, de 1972, mantienen su frescura e innovación. Contó la vida de San Francisco en parábolas que involucran a la juventud moderna y del siglo XIII. Entre sus trabajos basados en óperas destacan La traviata (1982), con la que obtuvo su segunda candidatura al Oscar, esta vez gracias a su dirección artística, Cavalleria rusticana (1982), Tosca (1985), Otello (1986) o Don Carlo (1992).
En los setenta logró encadenar tres de sus grandes éxitos. Primero, en 1976, dirigió a Plácido Domingo en un espectacular Otello en La Scala; después filmó una desmitificadora y realista visión, tanto para cine como para televisión de la vida de Jesucristo en Jesús de Nazaret (1977). Se convirtió en un clásico instantáneo con su retrato de un Cristo que parecía auténtico y relevante. Se muestra en todo el mundo, la película ganó más de $ 300 millones y finalmente realizó una nueva versión del drama pugilístico Campeón (1979), con Jon Voight, Faye Dunaway y Ricky Schroder.
Entre sus otras películas están El joven Toscanini (1988), biografía del mítico director de orquesta, al que Zeffirelli idolatraba; Hamlet (1990), con Mel Gibson y Glenn Close; La novicia (1993), Jane Eyre (1996), con William Hurt y Charlotte Gainsbourg, y Té con Mussolini (1999), en el que, sin basarse en hechos reales, ilustraba el ambiente en el que se crió el director. La película es producto de sus experiencias con la comunidad de expatriados británicos bajo el fascismo, y su firme incredulidad de que serían víctimas del régimen de Benito Mussolini, estuvieron en el centro de la película semi-autobiográfica. Estaba orgulloso cuando Gran Bretaña le otorgó el título de caballero honorífico en 2004, el único ciudadano italiano que ha recibido el honor.
Como homenaje a su amiga María Callas, su último filme fue un biopic sobre los últimos años de la diva: Callas forever (2002).
Realizó decenas de óperas, melodramas románticos y obras contemporáneas en teatros italianos y otros teatros europeos, ganando una reputación como uno de los mejores directores de teatro musical del mundo.
Tanto La Scala como la Ópera Metropolitana de Nueva York fueron los anfitriones de la clásica escenificación de «La Boheme» de Zeffirelli, que se presentó a nivel nacional en la televisión estadounidense en 1982.
Zeffirelli volvió al teatro en prosa en 1961 con una interpretación innovadora de «Romeo y Julieta» en el Old Vic de Londres. Los críticos británicos lo calificaron de inmediato como «revolucionario», y el director lo usó como la base de producciones posteriores frecuentes y la película de 1968.
Cuando Zeffirelli decidió hacer “La Traviata” en la película, ya había convertido su versión teatral de la ópera en un clásico, interpretada en la Scala de Milán con la soprano María Callas. Él había estado planeando la película desde 1950, dijo.
«En los últimos 30 años, he hecho todo lo que un artista de teatro lírico puede hacer», escribió Zeffirelli en un artículo para el Corriere della Sera de Italia cuando la película se estrenó en 1983. «Este trabajo es el que corona todas mis esperanzas y gratifica todas mis ambiciones”.
La película, con Teresa Stratas y Plácido Domingo en los papeles principales, obtuvo una aclamación crítica casi unánime en ambos lados del Atlántico y recibió nominaciones al Oscar por vestuario, escenografía y dirección artística.
Zeffirelli trabajó en una nueva puesta en escena de La Traviata como su último proyecto, que abrirá el Festival de Ópera 2019, el 21 de junio en la Arena de Verona. «Le rendiremos un tributo final con una de sus óperas más queridas», dijo la directora artística Cecilia Gasdia. «Él estará con nosotros».
Zeffirelli a menudo volvió su talento hacia su ciudad natal. En 1983, escribió un retrato histórico de Florencia durante los siglos 15 y 16, lo que llamó la «utopía política». Durante las desastrosas inundaciones de Florencia en 1966, Zeffirelli produjo un documental bien recibido sobre el daño causado a la ciudad y su arte. .
«Me siento más florentino que italiano», dijo una vez Zeffirelli. «Un ciudadano de una Florencia que alguna vez fue la capital de la civilización occidental».
Zeffirelli era más conocido por sus películas, su nombre también estaba vinculado de manera inextricable con el teatro y la ópera. Con una gran flexibilidad, produjo clásicos para las casas de ópera más famosas del mundo, desde la venerable La Scala de Milán hasta el Metropolitan en Nueva York, y toca para los escenarios de Londres e Italia.
Zeffirelli hizo su misión de hacer que la cultura fuera accesible a las masas, a menudo buscando inspiración en Shakespeare y otros grandes literarios para sus películas, y produciendo óperas dirigidas al público televisivo.
Al no tener favoritos, Zeffirelli se comparó una vez con un sultán con un harén de tres: cine, teatro y ópera.
“No soy director de cine. «Soy un director que usa diferentes instrumentos para expresar sus sueños y sus historias, para hacer que las personas sueñen», dijo Zeffirelli a The Associated Press en una entrevista en 2006.
Fue uno de los pocos directores italianos cercanos al Vaticano, y la iglesia recurrió al toque teatral de Zeffirelli para las transmisiones en vivo de la instalación papal de 1978 y las ceremonias de apertura del Año Santo de 1983 en la Basílica de San Pedro. El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi también lo eligió para dirigir algunos eventos de alto perfil.
En lo personal fue un director que las controversias lo perseguían.
En 1978, amenazó con abandonar Italia para siempre debido a los duros ataques contra él y su arte por parte de grupos izquierdistas en su país, que veían a Zeffirelli como un exponente de Hollywood. Por la crítica estadounidense a su película «Endless Love» de 1981, protagonizada por Brooke Shields, Zeffirelli dijo que nunca podría hacer otra película en los Estados Unidos. La película, fue un éxito de taquilla.
Acusado por algunos de mano dura en sus técnicas de puesta en escena, Zeffirelli libró batallas verbales frecuentes con otros en el teatro italiano.
«Zeffirelli no se da cuenta de que un escenario vacío puede ser más dramático que un escenario lleno de basura», dijo una vez Carmelo Bene, un director y actor italiano de vanguardia y crítico frecuente de Zeffirelli.
Fue una crítica que algunos reservaron para su lujosa producción de «Aida» para abrir la temporada 2006-2007 de La Scala: su primer regreso a la ópera de Milán en una docena de años y el quinto «Aida» de su carrera. La producción fue un éxito popular, pero puede recordarse más por la turbulenta salida del tenor líder, Roberto Alagna, después de haber sido abucheado desde la logia.
Era católico y conservador. Fue senador desde 1994 a 2001 por el partido de Silvio Berlusconi, Forza Italia, Zeffirelli detestaba la palabra gay («Una manera estúpida de llamar a los homosexuales, como si fuesen payasitos inocuos y divertidos», escribió en su autobiografia de 2003). En sus memorias se despachó a gusto contra mucha gente, como los críticos: «La ignorancia, la incompetencia y, sobre todo, la falta de pasión de muchos críticos son evidentes. Para algunos de ellos soy una reliquia del pasado, el representante de un estilo teatral abandonado por las nuevas generaciones de directores. El hecho de que mi trabajo siga sobreviviendo impávido, pese a su hostilidad, les irrita profundamente».
“Tengo 83 años y realmente he estado trabajando como loco desde que era un niño. Lo he hecho todo, pero nunca siento que haya dicho todo lo que tengo que decir «, dijo Zeffirelli a The Associated Press poco antes de la apertura de» Aida”.
Zeffirelli tuvo problemas con su equilibrio después de contraer una infección mortal durante la cirugía de cadera en 1999, pero no lo frenó. «Siempre tengo que aferrarme a esto o aquello para caminar… pero la mente está absolutamente intacta», dijo en la entrevista de AP.
Una gran pérdida para el mundo del cine, del teatro y la ópera.