Revista Cultura y Ocio
Pocos días antes de cumplir cien años, nos ha dejado uno de los últimos mitos del canto del S. XX. A Simionato la naturaleza le concedió unos medios quizá no privilegiados, pero sí estupendos de mezzo genuina. La base de su grandeza radicó, sin embargo, en una técnica de primer rango, una musicalidad impecable y una inteligencia excepcional. En tiempos difíciles, marcados por los excesos y el mal gusto, cuando hacían furor las voces cada vez más oscuras y atronadoras, Simionato se presentó con su instrumento nítido y claro, pero dotado de ampitud y metal verdaderos. Era, además, elegante y ligera cuando había que serlo. Con este bagaje hizo una carrera tan coherente como cuajada de éxitos: fue de hecho la primera cantante de su cuerda durante los años cincuenta y una de las más grandes de Posguerra. Si se quiere, no estuvo en activo muchísimos años, pero otro de sus méritos fue el retirarse antes de que el declive hubiese avanzado demasiado. Actualmente Simionato sigue siendo considerada ante todo como una de las mejores mezzosopranos verdianas de la historia del disco: entre las cantantes posteriores, sólo un par se le comparan.
El legado de Simionato merecería un análisis extenso y en todo caso es bien conocido por el aficionado. Vamos a recordarla con un documento singular que permite además conocer de primera mano las opiniones de esa mujer simpática y vivacissima que fue Giulietta Simionato. A primeros de los años setenta Rodolfo Celletti impartía su magisterio desde el programa "Una vita per la musica" en la radio italiana. La serie dedicada a la mezzo contó con una prolongada y sustanciosa entrevista con el prestigioso crítico. Merece la pena dedicarle una audición y reflexionar sobre la modestia de quien ya era un mito viviente entonces.
Gloria e onore, Signora Simionato.
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