¿Ha intentado alguna vez implantar cualquier innovación, idea o proyecto de cambio? ¿Con qué obstáculos se encontró? En muchas ocasiones estas iniciativas se encuentran con frenos que les impiden avanzar, ya sea en forma de resistencia activa o resistencia pasiva.
Ya conocemos cómo opera el miedo al cambio. Muchas personas encuentran en lo desconocido una amenaza para sus departamentos, sus posiciones o sus zonas de confort, por lo que recurren a la resistencia. En el caso de la resistencia activa, ésta es fácil de detectar pues se suele manifestar a través de juegos de intimidación o de rebeldía. Sin embargo la resistencia pasiva es una estrategia mucho más sutil y más difícil de percibir, pues se apoya en un comportamiento pasivo agresivo que consiste en levantar muros y barreras invisibles para impedir que los proyectos avancen y prosperen.
La resistencia pasiva es un juego que se practica en dos tiempos, el primero se dedica a evitar que avancen los proyectos de cambio, el segundo se dirige a crear la percepción de que esta resistencia no existe. La excelencia en este juego consiste en hacer los muros tan invisibles que cualquier observador externo no los pueda percibir, pero tan pequeños y eficaces como para sabotear los cambios y dejar el agente del cambio en la mayor de las frustraciones.
A veces el juego tiene la forma de una simple negación o de una barrera inocente. Tan sólo con decir un “no tengo tiempo” o un “te llamaré en cuanto pueda” es posible crear un obstáculo invisible tan poderoso que impide que un gran proyecto avance y que la resistencia ganar tiempo.
En ocasiones el jugador recurre a una persona externa para justificar por qué no puede comprometerse con el proyecto. Cualquier autoridad superior, inalcanzable y ausente le servirá como la excusa perfecta para justificar su falta de compromiso con el proyecto desde el argumento del “no me va a dejar”. También en ocasiones se practica el juego de una forma perversa que consiste en presentar la apariencia de un esfuerzo sincero, comprometiéndose con el cambio de una manera tan estricta que esta obediencia se convierte un un freno para el avance del proyecto.
En mis sesiones de coaching he podido encontrame con los dos jugadores de este juego. En primer lugar encuentro personas desesperadas que ven como sus iniciativas se encuentran con muros invisibles que detienen, impiden, bloquean y retrasan sus avances. Se enfrentan a muros tan bien construidos que nadie puede percibir sino tan sólo ellos.
En segundo lugar también veo personas que se enfrentan a dos miedos. Un miedo al cambio que les lleva a desarrollar la estrategia de construir muros invisibles para ganar un tiempo que se agota. Y un segundo miedo a que, en algún momento, esos muros dejen de ser invisibles y se revele su estrategia, por lo que quedarían desenmascarados y quedaría visible ante los demás su falta de compromiso.
Como ya habrá podido comprobar, el protagonista real de este juego es el miedo. Miedo a un cambio que contiene incertidumbres y que nos instala en lo desconocido. Miedo a personas que ven en el cambio oportunidades que nos cuesta percibir. Y miedo a perder posiciones de confort que vemos amenazadas y que procuramos defender levantando muros invisibles. Unos muros que nos adentrarán en un callejón sin salida, en una huida hacia adelante llena de conflictos y de escaladas.
Notas
Puede conocer más sobre este juego de poder clásico en Territorial Games, está publicado por Annette Simmons en Amacom Books.