Mala vida (me estás dando)
Poquita sorpresa, ya les digo que con ese título y ese despliegue de actores en turbio estado de interpretación, poco tendrán con lo que sentirse inesperadamente incómodos. No: la incomodidad les vendrá dada y así, con ella a cuestas habrán de aguantarse hasta el final de la película.
A los que nos va el rollo, nos va mucho la intensidad que van soltando todos estos chicos en la pantalla, dentro de esa casa y muy a pesar de sus pesares. Nos gustan los dolores y los sufrimientos que acompañan a víctimas, a verdugos y a los que son las dos cosas a la vez. No hay queja, no al menos en ese sentido.
Puestos a pedir y a criticar, sí que podríamos hablar de un argumento que arranca muy bien y muy ajustado, con mucho estilo y recreación estética impecable pero que se diluye en los últimos cuarenta minutos de la historia. Y ¡qué lástima! qué pena que sean precisamente esos últimos cuarenta minutos los que vayamos a recordar luego, por lo brutales que son. Demasiado.Una película para huir de la familia pero también, para arrimarse a ella en espíritu conciliador. Una tragedia desmadrada y unos actores que se proponen contarnos lo mucho que se puede sufrir sin salir de casa.
Otra historia son los graves problemas que incuba esta familia y que repercuten en la cordura de sus diferentes miembros; mala vida que se dan y para explicarla, muy apañado el símbolo del roedor venenoso: la musaraña que muerde e infecta con su ponzoña para inmovilizar y devorar a sus presas.
Y Feliz Navidad.