Ilusiona que un debut cinematográfico de un director (dos en este caso) español luzca con notabilidad. Hablo de Musarañas de Juanfer Andrés y Esteban Roel, película apadrinada por uno de los directores buenos (aunque tenga muchos deslices en su carrera) del cine patrio, como es Álex de la Iglesia. Y es así, porque Musarañas es una de las mejores operas primas made in Spain que se han estrenado en la gran pantalla en los últimos años; uno de los mejores desde Tesis de Alejandro Amenábar. Musarañas destaca, despunta, saca la cabeza entre la gran mayoría de bodrios (Almodóvar is the king) que ejecutan los cineastas de nuestro país. Y lo hace por varios motivos; motivos que ha de reunir una producción para superar la mediocridad.
En primer lugar, como historiador, me estimula la recreación de una época tan bien expresada, no solo en cuanto a lo material se refiere (vestuario, viviendas) sino sobre todo porque a uno le hace sentir en carne propia, le inyecta magistralmente, la angustia, la abulia y el suicidio emocional que supuso el primer franquismo, aquel en el que aún había que realizar el saludo romano, el mismo que después se encargo de dulcificar (solo de cara a la galería) el amigo yanqui. La tensión psicológica hormiguea tanto por lo estremecedor de lo narrado como por la opresiva superestructura religiosa que vigila el estricto cumplimiento del orden social: el nacionalcatolicismo que nos observa en primeros planos desde los ojos de vetustos crucifijos y estatuillas marianas a las que es difícil quitar el polvo. Todo sin que aparezca un solo rojo... Muy, muy terrorífico.
Amén del espectacular brillo semiótico, la cinta se disfruta asimismo por su laborioso trabajo técnico. Lenguaje de cámara inquieto, siempre alerta y eminentemente claustrofóbico; planos observadores, espías; escenas macabras y retorcidas aun si solo contamos con su perspectiva testimonial; un montaje que rinde tributo al thriller más clásico y al padrino del filme: retazos de Hitchcock que supervisan la verdadera consecución del suspense y la visión sociofamiliar del mejor Álex de la Iglesia (el de El día de la bestia, Crimen ferpecto o La comunidad); una edición de sonido artesana; y unos efectos especiales que desdeñan con acierto el malogrado milagro digital y se decantan por lo carnalmente voluminoso. Es la suma exponencial de todos estos factores los que otorgan una solemne dignidad a Musarañas, una operación holística cuidada al detalle.
Acierto casi completo en el casting: Macarena Gómez en su mejor papel hasta la fecha, no solo convence, sino que conmueve tanto como acojona; paseo de Nadia de Santiago que ya se conoce esto de la tele y Las 13 rosas; einexcusable la perturbadora vigilacia de Luis Tosar. Después esta Hugo Silva, que a mí me sobra en todas las películas, porque sigue actuando como el Guillermo Sierra de Al salir de clase.
Cierto es que, narrativamente, el final se abarrota, aunque sea una exquisita explosión de violencia física y sentimental, pero la precisión cinematográfica que envuelve todo el relato logra incluso sublimarlo. Eso pienso yo, pero es que lo escabroso es mi debilidad...
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