Aeronaves del Museo expuestas frente a los hangares. Pista 31. (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
El otro día visité el Museo de Aeronáutica y Astronáutica de Madrid. Situado entre tres autovías y sus correspondientes nudos de intersección asusta su complicado acceso. En coche el camino es dificil. En transporte público tampoco es sencillo llegar. Y caminando es casi improbable encontrar el acceso, además de peligroso. Sin embargo, después de la aventura, resulta sorprendente el amplio espacio repleto de aeronaves históricas.
Acceso al Museo del Aire de Madrid
Al llegar en coche parece que es un espacio militar restringido, con barrera de acceso cerrado. Luego, leyendo los carteles, se entiende que el área es libre y se puede aparcar en un espacio visiblemente indicado sin ningún problema. Hay otras barreras más evidentes que restringen otras zonas, cerradas para el público.
Una vez aparcado el vehículo, en una oficina un funcionario/a informa de los requisitos de acceso al recinto y avisa de los horarios, tarifas y demás condiciones.
El museo es gratuito, pero surgen dudas. Se solicita una “aportación voluntaria”. Son pagos compartidos que para alguien desprevenido pueden resultar extraños e incluso excesivos. Sobre todo porque no se explica bien el destino de la aportación.
El museo es gratuito, pero hay dudas. Parece que se solicita una “aportación voluntaria” de 3 €. Son pagos compartidos que pueden resultar excesivos. Es lógico, falta información.
Entrada gratuita y “aportación voluntaria”
Todavía, el aviso de la donación por entrada que se solicita en el local, a sabiendas de la gratuidad de la visita , sorprende y desconcierta. Muchos visitantes declinan pagar nada y se acogen a la visita gratuita. Algo legítimo, pero poco solidario cuando se conoce el objeto de la donación.
En cualquier caso, el mensaje que queda es que hay que pagar para entrar.
En realidad se trata de una “aportación voluntaria” que se destina a la Fundación Aeronaúticas y Austronaútica de España, que con las entradas recauda fondos que revierten en el propio Museo. La fórmula es un tanto extraña, ya que los museos de este tipo, vinculados a instancias del Estado, por ley, no cobran por las visitas y deberían financiarse en exclusiva con programas específicos. Pero, parece que no es así -depende de los Gobiernos-, y las instituciones se ven obligadas a establecer fórmulas que les permitan su mantenimiento “extraoficial”. De cualquier manera, se trata de cantidades simbólicas tolerables que permiten el mantenimiento de los museos y afectan poco a los visitantes.
Desde 1975 el Museo del Aire de Madrid está en Cuatro Vientos y en la actualidad es un referente europeo de la aeronáutica histórica. (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
Un Canadair CL-215T del Ejército del Aire de España de los años 70 del siglo XX (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
El Museo del Aire de Madrid es una muestra del esfuerzo de numerosos entusiastas de la historia de la aviación en España. De eso no hay duda: 66.938 metros cuadrados, 7 hangares, 200 aeronaves históricas, muchas restauradas o reconstruidas a partir de los planos originales.
En un vistazo rápido el museo puede parecer escaso. Su división en múltiples hangares con semejantes contenidos acaba por ser repetitiva. Decepciona que los hangares dedicados a la aviación civil no acaben por resolver sus interesantes colecciones primitivas y no se abran con elementos actuales siguiendo una linea temporal clara y evolutiva.
Boeing KC-97 Stratotanker. En 1972, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos transfirió tres modelos de esta aeronave al Ejército del Aire de España (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
Los hangares alojan muchos aviones. La historia de la aviación en España.
Saliendo de los hangares , casi todos los aviones son militares y bastante antiguos. Muchos de época de la II Guerra Mundial.
Muchos son aviones de guerra supersónicos. Impresionan los modelos de la II Guerra Mundial. Hay aviones de guerra y aviones publicitarios. “Cazas” y “Bombarderos”. Toda una gama de piezas de museo.
Avión caza del Ejército del Aire de España (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
A medio camino desconcierta un poco ver tantos helicópteros descontextualizados; situados un poco al azar, casi donde caben. También añade confusión tanta avioneta sin descripciones exhaustivas. En cierto sentido, la falta de orden que se aprecia puede dejar con la “miel en los labios” a los entusiastas de la aviación y de su historia en España, que pueden esperar más de lo que el museo les da.
Helicóptero MBB BO 105 de fabricación alemana adquirido por la Policía Nacional en 1983 (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
Por ejemplo, las salas dedicadas a los “motores”, repartidas en varios hangares , son especialmente ilustrativas porque muestran la mécánica aeronaútica desde sus orígenes hasta casi la actualidad (pero hay que esforzarse en encontrar la línea temporal en el caos del hangar) . Sin embargo, los turborreactores o los turbohélice de los aviones de la aviación civil actuales están presentes solo de pasada, mostrando algunos ejemplos ya superados por varias décadas.
CASA C-207 Azor, avión de 1960 empleado exclusivamente por el Ejército del Aire español (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
Es decir, que la sensación después de ver el museo es que está anticuado. A pesar de su estricta vinculación a la aviación militar, tal vez debería prestar más atención al presente de la aviación civil como forma de aventajarse para ser, con rigor, un museo de vanguardia.
En conjunto, muchísimos aviones, monomotores, bimotores, cuatrimotores, militares y civiles -los menos-, de todos los diseños, etc. La aventura de volar.
Modelo de nueva construcción del autogiro de 1923 de Juan de la Cierva (ingeniero, inventor y aviador), precursor del helicóptero (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
Autogiro publicitario reconstruido de la repostería “Viena Capellanes”. Este vehículo de reparto emulaba en los años 30 del siglo XX el autogiro del ingeniero de la Cierva (Foto: Enrique F. Rojo, 2017)
En el Museo del Aire de Madrid, los aviones, están todos apagados, resignados a la guarda sin réplica del espacio virtual que les toca mantener sobre el suelo. Es un museo del recuerdo que apaña con reserva y miedo aparente lo poco que tiene, recelando con prevención de sus propios fondos como si de piezas sospechosas se tratase. Debería el museo, abrirse más al público general. Le falta didáctica informativa y formativa. Aprendiendo de los aviones se entienden mejor. Y ese es el mejor objetivo del museo.