Revista Viajes

Museo del Apartheid

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino
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Dos nenes correteando. Ambos muy chiquitos, no más de tres años cada uno. Riendo y gritando. Uno negro y el otro blanco. El lugar de la escena: el interior del museo del Apartheid. Lástima que Mandela no los vio. Hubiera sonreído como lo hicimos nosotros. Él lo hizo posible.

Cada viaje tiene su propia dinámica. Las cosas suceden y los lugares se visitan en un orden fruto de una enorme cantidad de variables. Haber llegado a Sudáfrica, más específicamente a Johannesburgo, y que la alineación de los planteas nos deposite como primera experiencia en el Museo del Apartheid fue, sin lugar a dudas, el primer paso para tratar de entender este país.

Al llegar a la puerta del museo nos dieron los tickets que ven en la imagen, uno para “blancos” y otro para “negros”. No nos habíamos dado cuenta hasta que llegamos a la entrada. Dos entradas. Dos carteles. Dos caminos. No sabíamos por dónde ingresar. Miramos los tickets y entendimos el mensaje (“Use la entrada al museo que se indica en el ticket”). Respetamos la consigna. Cada uno ingresó por una puerta, según nos había tocado. Cada uno atravesó un pasillo con carteles, rejas y documentos de idenidad. Al final del pasillo los caminos se unían. Pero esto no sucedía en la época del Apartheid.

Museo del Apartheid

Museo del Apartheid

Museo del Apartheid

Apartheid significa “separación” en afrikáans, una lengua germánica derivada del holandés, que hablaban los primeros colonos que llegaron a Colonia del Cabo. Si bien en los papeles el apartheid terminó en 1994, con las elecciones, la asunción de Nelson Mandela y la reforma de la constitución, sólo bajar del avión y ver algunos carteles de publicidad (como los que muestran a una mujer negra que le hace masajes a una mujer blanca, en un hotel de lujo), dan la sensación de que la separación, de facto, continúa. Pero les contaremos nuestras sensaciones en el próximo post.

El museo cuenta con una exhibición temporal y otra permanente. Tuvimos la suerte de que la temporal se trataba sobre la vida de Rolihlahla, como le pusieron sus padres, de Dalibhunga, nombre que recibió luego de ser circuncidado, de Madiba, como lo conoce su pueblo (nombre otorgado por el clan de Mandela), o de Nelson, como le puso su maestra por tener un nombre “no civilizado”. Como sea, el mundo lo conoce como Nelson Mandela y su sólo nombre es sinónimo de respeto. Su lucha contra el régimen, sus 27 años de prisión y, finalmente, su llegada al poder, pasan ante los ojos del visitante como una utopía.

Al finalizar el recorrido, un enorme cartel señala algunos de los principios por los que Mandela luchó (justicia, respeto, no racismo, honestidad, reconciliación, entre otros). Cada grupo se encuentra representado por un color. Un cartel indicativo nos invita a elegir alguno de esos principios, seleccionar la varilla con el color correspondiente y colocarla en el jardín de cemento preparado para tal fin. Una linda forma de terminar el recorrido.

Museo del Apartheid

Museo del Apartheid

Museo del Apartheid

Museo del Apartheid

En la exibición permanente se explica, en forma dinámica e interactiva, la historia del país. Desde la llegada de los primeros colonos hasta la actualidad, pero haciendo hincapié en la época del Apartheid: en la segregación, la represión y la locura. Una injusticia absoluta es lo que retumbaba en nuestras cabezas.
Escuchar a los líderes del apartheid mientras explicaban las razones de su locura, suena a discursos incomprensibles para nuestra visión de la vida. Ver a la gente como aplaudía esos dichos suena a delirio repetido.

En uno de los videos se observa con demasiado detalle la represión a los manifestantes negros mientras pasaban por las calles del township (barrio reservado para los “no blancos”) bailando y cantando sus protestas. Ese video, de 20 minutos, en una sala oscura, nos dejó muy angustiados. Son imágenes repetidas, que por distintos motivos se observan en muchos países. Uno escucha “Nunca más” o “Never again”, pero una y otra vez estas cosas vuelven a ocurrir. Una y otra vez el odio y el rencor se perciben en esas acciones. Una y otra vez nos preguntamos… ¿Por qué siguen pasando estas cosas? Con otros colores, con otros motivos, en otros espacios… pero en este tiempo.

 

Museo del Apartheid

La visita al museo fue emotiva. Nos angustió bastante y nos transportó, inevitablemente, a otros museos… Auschwitz, la casa de Ana Frank, el museo del S-21 en Camboya (por solo sitar algunos). Inevitablemente, también, nos acordamos de uno de los comentarios que nos dejó una amiga cuando publicamos estos pots: ¿Qué museos de este tipo visitaremos en el futuro?

Información útil para visitar el Museo del Apartheid

Entrada al museo: 60 R (Rands) Aproximadamente, 6 euros.

El museo permanece abierto de Martes a Domingo, de 9 a 17.

Se puede realizar la visita de la muestra permanente en dos horas (si se siguen los paneles de información de color negro) y en cuatro horas si se agrega la lectura de los paneles grises, con más información.

El museo se localiza en el sur de la ciudad, en un complejo llamado Gold Reef City. Es algo extraño verlo junto a un parque de diversiones y a muchos locales de comida rápida. La forma más rápida y segura de llegar es en taxi, pero también se puede llegar en un minibus, tipo kombi.

Más información sobre el museo en este link.

Les recomendamos leer el libro “El factor humano”, de John Carlin, en el que se basó la película “Invictus” (pero es mejor el libro). Allí se muestra el camino de Mandela hacia la presidencia y su búsqueda de la unidad nacional.


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