El Museo Guggenheim es un edificio que ha supuesto un importante cambio, tanto para la ciudad de Bilbao como para todo Euskadi; por un lado, la importancia del edificio, diseñado por el arquitecto Frank O’Gehry, que ha colocado a la ciudad a la vanguardia del mapa arquitectónico mundial; por otra parte, por su importancia museística como parte de uno de los cinco museos de la Fundación Solomon R. Guggenheim, poseedora de una de las mayores y más importantes colecciones de arte contemporáneo del mundo, pero sobre todo, porque ha supuesto una reactivación de la economía de la ciudad y de su comunidad, aumentando las visitas turísticas, con una media de visitantes que supera el millón anual, expandiendo la capacidad de negocio de la zona y ampliando la recuperación de espacios de uso público en un área de la ciudad que antes estaba fuertemente industrializada.
El Museo Guggenheim de Bilbao lleva en funcionamiento desde octubre de 1997; su característica más llamativa es, sin duda, el edificio, que representa un valor en sí mismo. Es una construcción muy llamativa y característica, a orillas de la ría de Bilbao, en una zona llamada Abandoibarra, en el solar que antes ocupaba una fábrica abandonada.
Es un proyecto del arquitecto estadounidense Frank O’Gehry y representa un hito arquitectónico, tanto por su configuración, como por su diseño vanguardista. Se trata de una edificio de características arquitectónicas únicas que Gehry crea una estructura escultórica espectacular, perfectamente integrada en la trama urbana de Bilbao y su entorno. Sus formas curvilíneas no siguen ninguna pauta geométrica y aunque en principio está inspirado el la forma de un pez, la parte más alta del edificio está coronada por un lucernario en forma de flor, cubriendo el atrio.
Las geometrías irregulares se recubren de acero y titanio, creando una inmensa cáscara que evoca tanto el pasado industrial de la zona como la tradición portuaria de la ciudad. El resultado es un edificio vivo, con apariencia orgánica, que refleja la luz a la caída de la tarde y se refleja a su vez en el agua de la ría; una piel perfecta para un centro de cultura que se renueva cada temporada gracias a las exposiciones y colecciones que alberga.