Revista Conciertos
Jueves 25 de octubre, 20:00 horas. Auditorio de Oviedo, XXI Concierto Premios Príncipe de Asturias. Coros de la Fundación Príncipe de Asturias, OSPA, Sergey Romanovsky (tenor), Alexander Vinogradov (bajo), Rossen Milanov (director). Obras de Richard Strauss y Dmitri Shostakovich. Entrada con invitación.
Si el ensayo del día anterior prometía, abriéndolo al público en general que abarrotó el Auditorio, la actuación corroboró las buenas impresiones con la Sala Polivalente para la grandes ocasiones, y el concierto anual para los Príncipes de Asturias es una de ellas, con público variopinto que disfruta con el evento independientemente de lo que se programe, y con las incomodidades conocidas de protocolo y seguridad que todos soportamos con estoicismo y educación, músicos y director incluidos.
Para abrir boca tras el obligado himno nacional algo "tibio", una historieta hecha música, Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel, Op. 28 (R. Strauss) muy bien llevada por una orquesta que esta vez sonó vigorosa y clara, con las dinámicas a las que nos tienen acostumbrados en una obra cuya orquestación exige una amplia plantilla que reforzada para ella rindió como en los conciertos de primera, y Milanov pudo sacarle partido a todos los episodios dramatizados con el protagonismo de los distintos solistas que, salvo pequeños detalles tristemente repetitivos, brillaron como ellos saben hacer, desde los clarinetes y toda la madera hasta la percusión con una cuerda nuevamente centrada y con graves poderosos.
Y llegaba la obra esperada, esa grandiosa cantata -algunos hablan de oratorio- tan del régimen stalinista que es El Canto de los Bosques, Op. 81 del bueno (!) de Shostakovich, compuesta por encargo en 1949 con todos los tics esperados y el excelente oficio de Dmitri que sacó toda la artillería pesada, fanfarria final también, donde los coros personifiquen al pueblo soviético, esta vez más asturiano y protagonista que nunca, con permiso de Vinogradov.
Como hecho histórico local, los tres coros de la FPA unidos para la ocasión, desde los chiquitines que aparecieron al final, pasando por el infantil, ambos dirigidos por Natalia Ruisánchez, el Joven Coro de José Ángel Émbil y el de adultos de José Esteban Gª Miranda, auténtica población coral de todas las edades que cumplieron en todos sus números, afinando, empastando, con matices difíciles ante una mastodóntica orquesta "también de régimen" con el general Milanov al mando y dos oficiales de rango, el narrador moscovita Vinogradov que lleva casi todo el peso con ese timbre casi genético de bajo ruso potente (todo un lujo contar con él) de proyección clara hasta el anfiteatro y recreándose cual militar temeroso de destino en gulag, y el subordinado Romanovsky, tenor que sigue prometiendo aunque se ganó graduación en ese Gloria final que exige darlo todo tras los seis números anteriores.
El pueblo siempre sufridor se mantuvo protagonista, Cuando terminó la guerra era esperanzador y bien guiado por el "mariscal", Visitamos a nuestro país de bosques de difíciles intervenciones por cambios de ritmo y compás exigiendo registros altos, largos y matizados bien mantenidos, El recuerdo de las cosas pasadas siguió esa reforestación muy ecológica en nuestros días aunque mejor no preguntar a quienes les tocó hacerla, dura también musicalmente, tomando el relevo al pie de la letra Los pioneros plantas los bosques de los infantiles que aseguran el futuro coral en auténtico paralelismo con la narración musical como en Los integrantes de la Liga Joven Comunista avanzan ¿qué pensarían los ilustres invitados del número? ante una seguridad y aplomo pese al buen paso exigido por Rossen el general. Claro que Un paseo por el futuro dio la tranquilidad y momentos exquisitos de coro y tenor, con la orquesta en "descanso" aunque estaba cargando toda la pólvora para ese final tan del Régimen, búsqueda de aplauso fácil aunque bien merecido del Gloria con todo el ejército musical de un día otoñal que augura momentos complicados socialmente (al menos ni hubo gaitas destempladas antes ni después) donde también necesitamos unirnos a esta exhaltación de ánimo entre camaradas, calando el mensaje grandioso cual terapia musical. Bien por todos y prosigo mi semana musical, ya que CajAstur dejó la suya en el "Concierto de los Premios" (mejor del día antes), todos sabemos la causa.
Para cerrar, otro himno, el nuestro que sigue sonándome "aldeanu" aunque sea el que tenemos por decisión de los gobernantes (ninguno músico entre ellos, ni siquiera para consultar), donde los pequeños salieron a primera fila para regocijo del respetable y colofón del evento.
Eso sí, lleno hasta la lámpara, entrada previa de cámaras de televisión y fotógrafos con flashes cual fuegos de artificio y toda la corte ¡en un programa muy del régimen! a la que se unirá el mundo periodístico con amplia paleta de colores que convierten a Oviedo en capital mundial por un día y portada de telediarios de todo el espectro mediático. La música sigue siendo perfecta acompañante aunque otros la entendamos como la verdadera protagonista.
Si el ensayo del día anterior prometía, abriéndolo al público en general que abarrotó el Auditorio, la actuación corroboró las buenas impresiones con la Sala Polivalente para la grandes ocasiones, y el concierto anual para los Príncipes de Asturias es una de ellas, con público variopinto que disfruta con el evento independientemente de lo que se programe, y con las incomodidades conocidas de protocolo y seguridad que todos soportamos con estoicismo y educación, músicos y director incluidos.
Para abrir boca tras el obligado himno nacional algo "tibio", una historieta hecha música, Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel, Op. 28 (R. Strauss) muy bien llevada por una orquesta que esta vez sonó vigorosa y clara, con las dinámicas a las que nos tienen acostumbrados en una obra cuya orquestación exige una amplia plantilla que reforzada para ella rindió como en los conciertos de primera, y Milanov pudo sacarle partido a todos los episodios dramatizados con el protagonismo de los distintos solistas que, salvo pequeños detalles tristemente repetitivos, brillaron como ellos saben hacer, desde los clarinetes y toda la madera hasta la percusión con una cuerda nuevamente centrada y con graves poderosos.
Y llegaba la obra esperada, esa grandiosa cantata -algunos hablan de oratorio- tan del régimen stalinista que es El Canto de los Bosques, Op. 81 del bueno (!) de Shostakovich, compuesta por encargo en 1949 con todos los tics esperados y el excelente oficio de Dmitri que sacó toda la artillería pesada, fanfarria final también, donde los coros personifiquen al pueblo soviético, esta vez más asturiano y protagonista que nunca, con permiso de Vinogradov.
Como hecho histórico local, los tres coros de la FPA unidos para la ocasión, desde los chiquitines que aparecieron al final, pasando por el infantil, ambos dirigidos por Natalia Ruisánchez, el Joven Coro de José Ángel Émbil y el de adultos de José Esteban Gª Miranda, auténtica población coral de todas las edades que cumplieron en todos sus números, afinando, empastando, con matices difíciles ante una mastodóntica orquesta "también de régimen" con el general Milanov al mando y dos oficiales de rango, el narrador moscovita Vinogradov que lleva casi todo el peso con ese timbre casi genético de bajo ruso potente (todo un lujo contar con él) de proyección clara hasta el anfiteatro y recreándose cual militar temeroso de destino en gulag, y el subordinado Romanovsky, tenor que sigue prometiendo aunque se ganó graduación en ese Gloria final que exige darlo todo tras los seis números anteriores.
El pueblo siempre sufridor se mantuvo protagonista, Cuando terminó la guerra era esperanzador y bien guiado por el "mariscal", Visitamos a nuestro país de bosques de difíciles intervenciones por cambios de ritmo y compás exigiendo registros altos, largos y matizados bien mantenidos, El recuerdo de las cosas pasadas siguió esa reforestación muy ecológica en nuestros días aunque mejor no preguntar a quienes les tocó hacerla, dura también musicalmente, tomando el relevo al pie de la letra Los pioneros plantas los bosques de los infantiles que aseguran el futuro coral en auténtico paralelismo con la narración musical como en Los integrantes de la Liga Joven Comunista avanzan ¿qué pensarían los ilustres invitados del número? ante una seguridad y aplomo pese al buen paso exigido por Rossen el general. Claro que Un paseo por el futuro dio la tranquilidad y momentos exquisitos de coro y tenor, con la orquesta en "descanso" aunque estaba cargando toda la pólvora para ese final tan del Régimen, búsqueda de aplauso fácil aunque bien merecido del Gloria con todo el ejército musical de un día otoñal que augura momentos complicados socialmente (al menos ni hubo gaitas destempladas antes ni después) donde también necesitamos unirnos a esta exhaltación de ánimo entre camaradas, calando el mensaje grandioso cual terapia musical. Bien por todos y prosigo mi semana musical, ya que CajAstur dejó la suya en el "Concierto de los Premios" (mejor del día antes), todos sabemos la causa.
Para cerrar, otro himno, el nuestro que sigue sonándome "aldeanu" aunque sea el que tenemos por decisión de los gobernantes (ninguno músico entre ellos, ni siquiera para consultar), donde los pequeños salieron a primera fila para regocijo del respetable y colofón del evento.
Eso sí, lleno hasta la lámpara, entrada previa de cámaras de televisión y fotógrafos con flashes cual fuegos de artificio y toda la corte ¡en un programa muy del régimen! a la que se unirá el mundo periodístico con amplia paleta de colores que convierten a Oviedo en capital mundial por un día y portada de telediarios de todo el espectro mediático. La música sigue siendo perfecta acompañante aunque otros la entendamos como la verdadera protagonista.