Revista Cultura y Ocio

Música en ítaca (2)

Por Ada

DAVID GILMOUR

“Vi y escuché a David Gilmour en París. Fui uno más entre los cuatro mil que abarrotaron el Palacio de Congresos. El primer mérito del músico inglés consistió en reunir a tipos de todo pelo: adolescentes, ex ángeles del infierno, filósofos ricos, matrimonios que cumplen todos los mandamientos de la psicodelia, jubilados de melenas quemadas, industriales encorbatados que no han oído nunca la palabra droga. Esperábamos la aparición de alguien que se pareciese al guapo de los carteles, pero aquella imagen debía de ser obra del mismo genio de la fotografía que retoca los retratos electorales de Manuel Fraga Iribarne, porque salió un Gilmour envejecido, gordo, elegante y solitario. Arrancó, rodeado de guitarras, con Shine on you crazy diamond e impuso respeto. Siguió con Fat old sun. Sonido perfecto y una voz increíblemente fresca, indoblegable en su juventud, sin la ayuda de trucos tecnológicos. Poco a poco subieron al escenario los acompañantes, tan variados como el público: una violonchelista veinteañera y un contrabajista de la misma hornada, un saxofonista viejo, poderoso y desesperado, un baterista que ama el jazz, un coro que nos puso la carne de gallina y… Rick Wright (fundador de Pink Floyd), canoso, muy delgado, que vio recompensada con grandes ovaciones su discreción exquisita”.

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Fragmento del libro La nota rota; Hiperión, 2009)


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