PEDRO BACÁN
“He hojeado los capítulos de la historia del flamenco en el rostro de un artista. Una amiga, Gema Zabala, infalible al elegir el arte de calidad, pronuncia el nombre de Pedro Bacán (Lebrija, 1951 – Utrera, 1997), y juntos vamos a la actuación del guitarrista en Pamplona. De inmediato escuchamos unos compases desprovistos de la bisutería melódica y de los ritmos simples con que no pocos músicos encandilan a las masas. Los orígenes del flamenco se reflejan en Pedro Bacán. Sus dedos pulsan y pisan las cuerdas del instrumento, transmiten una corriente y se enciende la cara de labios apretados. En esa pantalla que es su semblante desfilan los bailes provocadores de las mujeres íberas que describe Juvenal, las canciones de los indios contratados para las fiestas andaluzas, las tradiciones de los gitanos que huyen del régimen de castas de la India, el humo de los cafés cantantes. Y las facciones de Bacán tienen voz: suenan las tonás carceleras y los martinetes de la fragua, la siguiriya, la saeta, la soleá y sus derivados de nombres inexplicables (alborea, romera, mirabrás), la petenera quizá judía... (…) Los carteles anuncian su nueva visita a París, pero Pedro Bacán muere en un accidente de tráfico. “La guitarra quedó indemne”, me cuenta un primo del fallecido. El resumen del flamenco sigue en el rostro que recuerdo”.
FRANCISCO JAVIER IRAZOKI (Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)