Los musicos callejeros del zoo de Kinshasha, en gira por Europa.
Si dan un concierto cerca, no se los pierda. Entretanto, escuche su CD “Très, très fort“, aún calentito. Siguen haciendo música (sublime) con los mismos instrumentos de chatarra que tocaban cuando los conocí, una tarde de domingo a las puertas del zoo de Kinshasa.
Entonces tocaron para un Informe Semanal una canción sobre las primeras elecciones libres en el Congo, en 2006. Todavía esperan el dinero que tenía que pagarles Naciones Unidas por ganar el concurso con una canción que pedía a los congoleños que fueran a votar. Aquí los vemos, en el arranque de “Tambores de Paz en el Congo“. Los músicos parapléjicos de Staff Benda Bilili eran los mensajeros de una paz que aún no ha llegado del todo.
Mientras tocaban sin cansancio y nuestro cámara no dejaba de grabar entusiasmado, los niños bailaban olvidando que hoy aún no habían comido y a lo mejor se iban a la cama esta noche sin cenar.
De fondo, una reflexión sobre la guerra, sobre los millones de muertos de aquella guerra mundial africana donde la sangre fue menos importante que los diamantes, el oro o el coltán durante más de una década. Así seguimos, poco ha cambiado. Tal vez solamente el número de muertos por las enfermedades que agrava la guerra… Y violaciones, torturas, asesinatos… guerra de guerrilla de los vecinos hutus ruandeses ante la mirada impotente (o incluso impulsiva) de 18.000 cascos azules de la ONU que lo único que hacen es gastarse (para bien poco) el mayor presupuesto de una operación de mantenimiento de la paz que no consigue acabar con la guerra.
Aquella tarde en Kinshasa, escuchando la banda Staff Benda Bilili, el primer consejero de nuestra embajada, en su primer destino de joven diplomático en el extranjero, me contaba lo que significaba para él aquel concierto lleno de vida y calor de unos músicos en sillas de ruedas. ¿Sabes, José-María, que el Congo es el primer productor de esos artilugios en los que están sentados, tocando?
Con tantas guerras, en el Congo la fabricación de sillas de ruedas se había convertido en industria nacional y su tecnología reconocida en todo el continente africano. Con tantos tarados por culpa de las enfermedades y la guerra, en el Congo lo que mejor saben hacer (aparte de cantar y tocar como los ángeles, aunque sea con latas de conserva) es fabricar carritos para inválidos.