Revista Cultura y Ocio
"Era un viernes por la noche, o lo que es lo mismo, el momento más temido por una mujer como yo: joven, pero ya no tanto como para tener el alma y la piel libres de rasguños, y con algún recorrido a las espaldas, pero todavía no tanto como para comprarme un gato y no esperar nada más de la vida. El temor se agrava cuando compruebas que en ese momento fatídico no tienes grabado en la agenda del móvil el número de nadie a quien puedas llamar sin que la perspectiva te inspire aburrimiento, asco o la mezcla de ambos. En esa situación, detestable y absurda, bien puede suceder que te prestes a probar alguna solución descabellada. Y eso fue, justamente, lo que yo hice."
El autor no lo sabe, pero es un dicho muy mío que para que una historia de amor me guste, tiene que tener buenos personajes, una gran historia, un apoyo e incluso música... así que cuando vi que se publicaba Música para feos y que tenía banda sonora, me sonreí. Hoy traigo a mi estantería virtual, Música para feos.
Conocemos a Mónica, una mujer a punto de pisar la treintena con un trabajo que no la satisface y una vida gris marcada por la soledad y pocas perspectivas de cambios. Una noche decide salir con una amiga que no frecuenta y acaba en un local en el que conoce a Ramón, un hombre serio, tan sincero como hermético respecto a su vida, que pasa de los cuarenta. Ambos se encuentran como solo lo pueden hacer dos vidas vacías.
Esta vez, Silva se pone en la piel de una mujer para convertir a Mónica en la narradora de su historia. La acompañaremos mientras recuerda esos primeros momentos en los que dos personas cruzan sus miradas y comienzan una relación desde la madurez, sus avances y sus dudas. La veremos frente a Ramón, un hombre que parece tan celoso de su vida privada como para estar dispuesto a convertirla en un secreto mientras lo considere necesario y asistiremos al deseo de Mónica de saber, de acercarse y meterse también bajo la piel de Ramón. Porque esta, es una historia de amor. Pero no una de esas historias de sentimentalismos y adornos, no. Es una historia de las de verdad, de esas que avanzan de frente, en las que las personas se arriesgan y se desnudan poco a poco temerosas de mostrarse como son hasta que van perdiendo esa timidez o reparo y se entregan para siempre.
Y además está la música. Todos tenemos una canción que nos recuerda a una persona, un momento, un verano, un sentimiento... quizás nunca hayamos reparado en ello, pero forma parte de nosotros. Mónica y Ramón se hablan el uno al otro en un ritual formado por letras de canciones que intercambian, se alternan los envíos, las épocas, pero no la intención: los versos son, quizás, el reflejo de lo que no se dice. El conjunto de actos, miradas, palabras y notas musicales compone una magnífica historia que se ve complementada con un entorno del que no puedo daros datos para no privaros de acompañar a Mónica en su descubrimiento, pero que ha sido el complemento perfecto para esta novela en la que me encuentro a ratos con la mirada empañada, como le sucediera en alguna ocasión a alguno de sus personajes.
Las grandes historias suelen ser cotidianas, nos rodean junto a sus dueños y pasamos por delante sin saber sus nombres, sus secretos, sus pasiones... A veces, hay escritores capaces de recogerlas y mostrarlas, incluso de hacer que nos paremos un momento a pensar más detenidamente en ello y que nos fijemos en cada rostro. Esa es la diferencia entre una historia y una gran historia, y eso es lo que nos deja Lorenzo Silva en Música para feos, una gran novela que recomiendo sin reservas. Sale a la venta mañana, si os lo tropezáis, echad un vistazo; merece la pena.
Hoy termino con una de las canciones que aparecen en el libro, cuya lista de reproducción aparece en la última página. Y... hagamos la nuestra, ¿me podéis decir una canción que os guste especialmente?
Creep. Radiohead
Gracias