"El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla".Robert Browning
Como dijo en su día Bob Marley: "algo bueno de la música es que cuando te golpea no hay dolor".
Sabemos que es una capacidad ancestral específica de nuestra especie, no contemplándose en otros primates superiores no humanos. Steven Pinker atribuye su origen al uso o participación de otros sistemas cerebrales que se han desarrollado para otros fines.
Desde una perspectiva más actual la Neuromusicología afirma que asistir a un evento musical en directo provoca una reducción significativa del cortisol, la hormona del estrés. Otro ejemplo es la musicoterapia, la cual ejemplifica cómo el arte permite hacer de los problemas algo abstracto y menos doloroso.
La activación del núcleo accumbens, al igual que sucede con la atracción sexual o con cualquier experiencia que nos cause placer, hace que nuestro cerebro libere dopamina cada vez que escuchamos nuestras preferencias musicales.
De esta manera, se facilita que la catástrofe por coronavirus, la cual está sometiéndonos a niveles estratosféricos de incertidumbre, sea también una etapa de expresión y evasión. Evidenciándose, por lo tanto, los beneficiosos efectos psicológicos de la música durante el confinamiento.
A la vez, cabe destacar que el ritmo de la música nos incita a movernos y, con ello, se liberan endorfinas, hormona de la felicidad. Nos ayuda a desconectar por un instante de “la realidad” y dejar fluir el tiempo al compás de nuestros pasos.
Musicofilia: la relación de la música y el cerebro
A partir de investigaciones recientes realizadas por la Universidad finlandesa de Jyväskylä, se ha desarrollado un método mediante el cual se puede estudiar cómo nuestro cerebro procesa los distintos aspectos de la música. Uno de los descubrimientos más innovadores de dicho estudio es que las áreas del sistema límbico del cerebro, las cuales se asocian a nuestras emociones, se ven afectadas directamente por el ritmo y la tonalidad.
Estos mismos científicos también han observado que el procesamiento del timbre está asociado con la activación de la denominada red neuronal por defecto, un conjunto de regiones que podría ser la responsable de la actividad que desarrolla nuestra mente mientras está en reposo y que también está vinculada con los procesos de divagación y de creatividad.
Durante estas semanas de confinamiento también hay algún espontáneo que se ha atrevido con el canto. Y parece tener coherencia con ciertos planeos sobre la utilidad psicológica del arte en general y de la música en particular.
Oliver Sacks, el neurólogo conocido por su famosa obra "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", nos abre las puertas al universo de la música y su relación en el cerebro a través de su libro "Musicofilia". En 1966, Oliver Sacks observó el efecto que la música producía en pacientes con Parkinson profundo, reflejándolo en su obra "Despertares". En "Musicofilia", también nos informa de que la terapia musical es la que mejores resultados obtiene en reconducir conductual y emocionalmente personas con Alzheimer, ya que a diferencia de otras memorias, la memoria musical, permanece con nosotros durante toda la vida.
La música apela a las dos partes de nuestra naturaleza: es esencialmente emocional e intelectual; es decir, nos puede llegar a conmover y a su vez, podemos apreciar la estructura formal de la composición.
Mientras la musicalidad, relacionada con las facultades perceptivas, tiene un carácter innato y es relativamente inmutable, la susceptibilidad emocional a la música es más compleja, pues podría estar influenciada por factores personales, como los neurológicos.
Quizás Nietzsche tenía razón cuando expresó que "la vida sin música sería un error" , afirmación que comprende el paralelismo que hace Sacks, de la musicofilia con la biofilia, considerándola como algo vivo. Razón de más para llenar nuestras vidas de música... y más en plena cuarentena.