Gracias a este grupo se quitó del poder al sultán Abdulhamid II y Mustafa empezó a crecer como una figura política y militar considerable. Fue destinado, por su título, a defender de Italia las últimas posesiones turcas en el Norte de África en Libia, lo que le hizo ausentarse de la Guerra de los Balcanes. En vísperas de la Primera Guerra Mundial fue enviado a Sofía en Bulgaria, como agregado militar de la embajada. Debido a que era un militar destacado, fue desplegado a la zona del desembarco de Gallipoli en contra de los aliados. Consiguió la victoria para su país a costa de grandes bajas, pero era comprensible debido a la inferior calidad de las armas turcas. Luego, sería enviado al frente del Cáucaso donde consiguió hacerse con algunas victorias sobre los rusos. Después, marchó a Palestina y encontró la situación casi insostenible debido a la Revuelta Árabe. Como sabemos, los turcos hubieron de retirarse de sus territorios siendo reducidos a la península de Anatolia tras el acuerdo del Armisticio de Mudros, firmado el 30 de octubre de 1918. Más tarde vino el Tratado de Sevres y el país estuvo prácticamente ocupado al mismo tiempo por británicos, franceses, griegos e italianos. Fue un verdadero desastre y un baldazo de agua fría para los nacionalistas. Finalmente, Mustafa consigue seguidores que lo ayudaron a formar el Primer Congreso Nacional Turco, que más tarde derivó a una Asamblea Nacional, convocado en Ankara donde se promulgó una ley llamada de “Traición a la patria”, pues el gobierno de Constantinopla bajo el control de los aliados fue considerado ilegal.
Además, se emitió el Pacto Nacional, con el que los turcos renunciaban a sus provincias donde no se hablase el idioma, cediendo los otros territorios definitivamente. La Asamblea nombró además al primer congreso ejecutivo de ministros, cortándole toda oficialidad al de Constantinopla y no reconociendo el Tratado de Sevres.
Kemal y los nacionalistas consiguieron expulsar a los griegos y todos los que pretendían perjudicar sus planes, por lo que su nombre no sólo adquirió un gran estatus político, sino también militar. Así se daba inicio a la “Guerra de Liberación Nacional”, en la que los turcos se opusieron gravemente al reparto y la ocupación extranjera de Anatolia. Quizá la batalla de Sakarya donde combatió Mustafa y que culminó en victoria luego de una veintena de días fue la causa que lo catapultó a la fama. Finalmente, los resultados del esfuerzo y su noble nacionalismo, valieron la pena, pues primero se firmaron algunos tratados de límites fronterizos con repúblicas soviéticas y luego en octubre de 1921 se acordó la retirada de algunas tropas galas, teniendo París que reconocer al movimiento y su jurisdicción sobre Anatolia. Al año siguiente los griegos fueron las siguientes víctimas, llegando a un armisticio, el cual se firmó el 11 de octubre de 1922, recuperando así la Tracia oriental.
Tras esto, el gobierno nacionalista fue reconocido y en Suiza se invitó también a los del sultanato. Empero la Asamblea Nacional se impuso y disolvió dicho modo de gobierno monárquico en el que renunció el sultán y toda la corte partiendo al exilio. La paz no se firmó sino hasta julio de 1923, ya con una Segunda Asamblea Nacional, mediante el Tratado de Lausana, por el cual Turquía recuperó Anatolia y el este de Tracia, reemplazando al Tratado de Sevres.
El fundador de la República de Turquía
Mustafa Kemal, quien todo este tiempo había sido la personalidad destacada en liberar a su país de la dominación extranjera y la amputación imperial, recibió como justo premio, el título del primer presidente de la República de Turquía el 29 de octubre de 1923. Obviamente tenía una gran tarea por delante, nada más y nada menos que la reconstrucción no sólo física, sino social de todo el país. El régimen también tuvo algunos momentos de anti-democracia pues sólo hubo un partido en primera instancia, el Partido Republicano del Pueblo, pero a decir verdad, no había una organización más fuerte que la suya, y la población los apoyaba casi unánimemente. Quizá uno de los puntos más bajos del gobierno representó la persecución contra los kurdos, quienes no eran ni se consideraban turcos.
Sus reformas, a pesar de ser muy criticadas por algunos turcos conservadores, trajeron modernidad a Turquía, las que van, desde el derecho a voto para las mujeres así como menores restricciones para estas, pasando por adopciones del código civil de países europeos, hasta la llegada de una industrialización. Inclusive el alfabeto latino reemplazó a las grafías árabes, surgiendo así el turco moderno, mezcla de elementos árabes y europeos. Se cerraron escuelas de tendencia árabe, se adoptó el calendario gregoriano, el domingo como día de descanso, el uso de vestimenta occidental, liberalismo económico, y por sobre todo en el ámbito cultural, generó grandes avances al ingresar las artes de estilo europeo al mundo turco, como el ballet o la ópera en el pueblo llano, así como literatura y la ciencia occidental.
Obviamente, su popularidad le granjeó gran cantidad de seguidores, como las feministas y empresarios del mundo occidental, y también grandes enemigos, como los fundamentalistas árabes, los cuales no consideraron apropiado toda la amalgama de cambios que se llevó a cabo en Turquía. Mustafa Kemal fue presidente de Turquía hasta el día de su muerte, acaecida el 10 de noviembre de 1938 en vísperas de la guerra mundial, cuando ya era conocido en todo el orbe. La causa de su muerte, ni siquiera fue un atentado, sino más bien la cirrosis a causa del alcohol, el tabaco y la vida sedentaria que llevaba. Sus sucesores hasta el día de hoy nunca se han cansado de ensalzarlo y de rendirle un tributo, que a veces toca el culto a la personalidad, con estatuas y títulos como el de “salvador de la patria”, aunque el término más exacto quizá sea fundador de la República y de la Turquía moderna.