Martes 11 de octubre, 20:00 horas. Conciertos del Auditorio, Oviedo. Anne-Sophie Mutter (violín), Orquesta Sinfónica de Galicia, Víctor Pablo Pérez (director). Obras de Dvorak y Bruckner.
Es triste tener que comenzar este comentario aludiendo a la progresiva y preocupante mala educación del público que además resulta proporcional a la calidad del evento, pues cada vez son más los ruidos provocados que ni siquiera intentan "disimular": no ya carraspeos sino toses atronadoras capaces de tapar un pianísimo, programas utilizados de abanicos, papeles de caramelos, caídas de ¿sombrillas? ¿bastones? e incluso portazos en medio del concierto, pues no sólo de teléfonos encendidos se nutren nuestros auditorios y salas de concierto. Naturalmente la cartelera era de lleno hasta la bandera, como el día anterior en Madrid ("tempestad infinita"), pero el cabreo me ha impedido disfrutar un poco más y sentir nuevamente vergüenza ajena. No estaría mal recuperar aquella campaña televisiva en blanco y negro de "Piense en los demás".
De la parte musical reconocer que la Mutter sigue impactando año tras año, llevando nada menos que 35 en lo más alto, y con el Concierto para violín y orquesta en La m., Op. 53 B.108 (Dvorak) volvió a demostrar porqué. Las breves pero excelentes notas al programa de Ana Mateo apuntan de esta obra que "exige... no solo un virtuosismo que nunca es gratuito sino también una enorme capacidad expresiva que alcanza su punto culminante en el bello lirismo del segundo movimiento". Lo cierto es que ASM (como también figura en su web) pone la técnica al servicio de la musicalidad (en Berlín el 19 de enero fue algo parecido), diría que su alma es el Stradivarius, dando todo un despliegue de emociones humanas desde lo divino que es su don, y que explica perfectamente que Karajan se fijase en ella con 13 años. Elegancia, presencia (de rojo pasión), sencillez, saber estar, transmitir, todas las virtudes incluyendo las musicales y más desde el Allegro ma non troppo pasando por ese Adagio ma non troppo realmente sobrecogedor hasta concluir con el Allegro giocoso ma non troppo. Es como si el añadido en cada movimiento "ma non troppo" (pero no demasiado) quisiese recordar que nunca lo es en una Mutter capaz de todo y más. Hasta leyendo la entrevista en LNE de Pablo Gallego me hace adorarla aún más.
La orquesta coruñesa fue incapaz de estar a su altura (por otra parte inalcanzable salvo para unas pocas y privilegiadas formaciones) e incluso diría que nuestra OSPA lo habría hecho mejor con el propio Pérez, sobre todo en esos aires populares que impregnan la obra, donde Anne-Sophie pareció latina y Víctor Pablo germano, si bien escuchar uno de su violines redime los pecados de una madera corta y unos metales excesivos, con titubeos nada más comenzar y repetidos más veces de las deseadas, para una obra cuyas exigencias sólo alcanzaron en momentos puntuales y ya avanzada la misma. Pese a comentar al descanso que estaba encantada con la orquesta ("first class") creo que su generosidad es tan grande como su talento. Además la propina de la "Sonata" de la Partita nº 1 BWV 1001 de Bach logró acallarlo todo y hacernos tocar el cielo. Un lujo haberla escuchado en Oviedo, que con Madrid son las únicas actuaciones españolas con la OSG dentro de su gira europea.
De la Sinfonía nº 6 en LA M. (Bruckner) me quedo con el fondo más que la forma (en la edición de Leopold Nowak). Las carencias apreciadas con Dvorak fueron mayores con el austriaco, pues la orquesta no estuvo equilibrada, la cuerda es lo mejor de ella pero la madera estuvo floja (sobre todo los fagots) y el metal falto de homogeneidad y empaste en una sinfonía donde todo el viento debería sonar cual tubos de órgano y no fanfarrias de sonoridades abiertas llegando a la estridencia, con protagonismo incluso cuando no debían. Me extrañó que que Víctor Pablo no hiciese ningún gesto para apagar el ímpetu "broncíneo", si bien la interpretación de romántica llegó a rozar lo histriónico. Pienso que tras 19 años esta formación necesita renovarse para no estancarse, y vivir de rentas no sirve en el quehacer diario, menos en el interpretativo. Lo mejor de esta maravillosa sinfonía (piedra de toque en toda orquesta que se precie) el Adagio: Sher feierlich, tal vez porque la cuerda sí es protagonista, y parece que bien calentados los labios, el Scherzo: Nicht schell. Trio: Langsam, no se excedió tanto como en el Maestoso inicial o el conclusivo Finale: Bewegt, doch nicht zu schnell.
Algunos me llamarán masoquista pero reincidiré en la Catedral de León, tal vez la acústica me haga descubrir lo que el maestro burgalés (15-03-1954) busca en La Sexta.