Revista Cultura y Ocio

Capri: los vicios de Tiberio

Por Miguelo87

Capri: los vicios de Tiberio

Las sirenas eran ninfas marinas, con cuerpo de ave y cabeza y pechos de mujer (no cuerpo de mujer y cola de pez, esas eran nereidas), y cuya melodiosa voz hechizaba a los marineros que pasaban cerca de los acantilados donde ellas vivían, provocando el hundimiento del barco y obviamente la muerte de sus marineros. Eso dice la mitología griega sobre las sirenas.
Pero no hablaré sobre la mitología griega, sino sobre una de esas tantas islas con altos acantilados, que seguramente inspiraron el mito de las sirenas. En el mar Tirreno, cerca de la costa italiana y de la ciudad de Nápoles, se encuentra la isla de Capri (en latín: Caprae). En esta isla, el mar tiene un azul intenso bajo el veraniego sol italiano, con verdes valles, revestidos de exuberante vegetación.

Capri: los vicios de Tiberio

Por esa razón, no es de extrañar que desde tiempos del Impero romano, esta isla fuera la preferida del segundo emperador romano: Tiberio. En esta isla pasó sus últimos doce años de vida. Hechizado, no por el canto de las sirenas, sino por los paisajes que esa isla provee. Fue en las primeras décadas de la Era cristiana, cuando el emperador Tiberio decidió residir allí (desde el año 27 d.C. - 37). Según el historiador romano Tácito, cada vez que el emperador encontraba un lugar que le parecía hermoso, establecía allí una villa; hasta que en total construyó doce. Aunque también se sabe por otras fuentes, que el emperador Octavio Augusto, también la frecuentaba muchísimo. Villa Jovis, es una de las villas mejor conservadas en la actualidad, y donde se encuentran los restos de uno de los tantos palacios lujosos, donde Tiberio vivía.

Capri: los vicios de Tiberio

Sin embargo, observar el paisaje mediterráneo de Capri, no era el único pasatiempo imperial, porque en sus últimos diez años de vida, el emperador dedicaba las noches a entregarse a las bacanales organizadas en su honor o cualquier otro tipo de excesos. Uno de los cuales, según otro historiador romano, Suetonio; en las albercas termales se bañaba con niños, con quienes tenía relaciones sexuales; así como castigos sumamente crueles, como despeñar a sus esclavas; o frecuentar el sadomasoquismo. Aunque tal vida llena de excesos, terminó por vaciarle la existencia a los 78 años de edad. Pero ¡¿quién iba a decirle algo?, si era el emperador! ¿Qué derechos humanos? Finalmente pagaría sus muchos crímenes, pues se volvió loco por la paranoia que le provocaba pensar en alguna traición, tras su orden de asesinar a Sejano. Y así fue, ya que sería Macro, quien ayudó a Tiberio a consumar el asesinato de Sejano, quien terminara con su vida, para así asegurar el ascenso de Calígula al trono imperial. También sería durante su retiro en la isla, que se produjo la muerte de Jesucristo (abril de 30 d.C.), aunque obviamente, para él pasó completamente desapercibido tal asunto.

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