Revista América Latina

Carta Abierta a: La Sirena

Publicado el 14 noviembre 2011 por Pc-Jad! 我是 Steppenwolf

Aún recuerdo cuando te veía caminar vestida de civil por los pasillos… Fue la primera vez que te encontré sin querer (y creo que en esos momentos jamás me habías visto); la siguiente te vi rodeada de azul, mundo tuyo, y apenas sabía tu nombre, y tú quizá ya tenías todo mi paradero. Aparte de que mi historia, cosas y suertes las tenía bien encasquetadas en la frente…

No, no fue en ese entonces en que descubrí que eras hija de Poseidón; sólo reconocía tu belleza y a una amiga en tí; fue por esos dos descubrimientos que me metí en serios problemas, y sufrí, y quizá hice sufrir también (todo sea por la verdad). Presentía tu origen ultramarino al hablar contigo, querida alma caribeña, al aprender de tí tus gustos y costumbres, y al dejar inundarme con tu imagen y tus palabras… No entonas canciones en una roca en el océano, pero atraes a mi alma con una fuerza oscura y sobrecogedora. Sembraste hace tiempo el humo en mi mente, en verdad me sentía embriagado de tí (y de la esencia almendrosa de una dríada de las Mitras, cabe admitir); te pensé largo tiempo, e incluso te soñaba, nos soñábamos juntos al ritmo y letra de lo ilegal, en la oscuridad y en mis días intensos y cambiantes que me fueron ocurriendo al entrar a Medicina.

Si no dije nada de frente, fue porque tenía una herida abierta en el pecho, que me latía dolorosamente, y no me sentía capaz de sostener tu cobriza cabellera sobre mi lastimada humanidad; pero sobre todo, tu profundidad, al igual que la del océano, me asustaba, me hacía sentir pequeño, sin palabras, sin valor; me encogía ante tí. Y aunque hacías el esfuerzo de mostrar tu marea serena y tus manos, olas llamándome sutilmente, no sucumbí… ¿Grave error? No lo sé. Al final te dejé ir, y sentía ahogarme por no decirte nada, pero sentía también que era lo que necesitaba… Has vivido cosas de las cuales sólo conozco la nata, y me encantaría sumergirme en tus mares, amada mía, fogata; conocer tus caminos y sortear todas tus curvas, hasta el centro de tu ser,y que tú hagas lo mismo conmigo. Lo que me hace temblar es la intensidad con la que podríamos nacer tú y yo: odiaría volver a encenderme y apagarme como papel de China, consumido en pasión enfermiza. Mi deseo es ser madera y tú la llama perenne sobre mí… Me gustaría, en verdad, que nos siguiéramos conociendo más y mejor.

Pero, ¿te confieso algo? La dama Libertad me ha dado tan buenos momentos hasta ahora, y no me gustaría abandonarla una vez más, y quedar a la suerte de lo que podría pasar… Y no es que me falte valentía, pasión, cariño, ideas: es sólo costumbre a no ponerme la correa… Ya se me borraron las marcas, y no quisiera volver a sentirlas sobre mi maltrecho cuello una vez más. Confío que tú no me someterás, así como yo no lo haría. Pero… No sé, creo que siento aún miedo a tu oscura y sensual naturaleza, la poca y muy grata que logro apenas ver. Tengo mucho por cambiar, conocer, evolucionar, pensar, experimentar, y estoy seguro que tú también.

…Hace poco te vi mientras dormía. Te vi y me confesaste que en verdad eras una sirena; no de esas que tienen cauda, huelen a pescado y cantan hermoso para atraer marineros y devorarlos… Sino una sirena diferente, una sirena única, especial. Te ví sin más que tu piel puesta, bañada en tu propio rocío, brillando sobre una roca en un gran lago reodeado por mis bosques; veías la luna, y su luz parecía dedicada sólo a tí. De incorporaste, porque estabas de cunclillas, y te lanzaste al agua, ágil, y yo te seguía como cámara de tu película al fondo. Era todo azul, de un azul que te penetra con fuerza en el alma; azul roto por el plata de la luna, el rojo de tu cabello y el nácar canela de tu cuerpo. Respiraste hondo bocanadas de agua y conjuraste algo que me fue inteligible, pero sin duda era tu voz, retumbando en el fondo del lago, con especial ritmo. Llegabas al lecho y jugabas con estrellas de mar, dando pirutas y giros imposibles, contornéandote, sonriendo por tu afortunada vida y el hermoso mundo que te rodeaba; yo era feliz de verte así. Recuerdo cada detalle como si en verdad nos hubiéramos sumergido juntos a aquel lago astral…


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