El 14 de Febrero me parece uno de los días más hipócritas del año y me cae particularmente mal. Cuando estaba en España, salvo algunas parejillas de novietes que lo usaban como excusa perfecta pa meter la sardina a remojar, los demás no celebrábamos este día. Tengo entendido que hoy por hoy se ha puesto un poco mas de moda, espero por vuestro bien que no sea en exceso.
Sin embargo, por estas tierras, desde el primer día que llegué se celebra esta fecha con mucho bombo y platillo. Que por lo general se le da poco bombo a la amistad, y mucho platillo p´al amor. Ya desde mediados de enero empiezas a ver anuncios por todos lados de las ofertas del amor y la amistad; que si globitos con forma de corazón, que si rosas para la novia, pasteles para diabéticos, descuentos en coches para regalarle a la parienta; o vuelos baratos a la playa y otras ofertas mil (que de oferta tienen poco) para que gastes pasta a lo salvaje.
Ya el día en cuestión es prácticamente imposible encontrar un restaurante en todo México para ir a comer, todo está hasta el moño; y no pidas reservación anticipadamente, los restauranteros ese día no aceptan reservaciones porque saben de antemano que van a acomodar comensales hasta en la taza del váter.
En las empresas es común que las secretarias quieran hacer intercambio de regalos con sus compañeros, no se si os acordáis de aquello del amigo secreto de los campamentos cuando éramos chavales; pues algo similar pero en plan adultos. Aunque algunas personas se comportan de manera nada adulta regalando piruletas o muñecos de peluche (que horterada poddio, hasta me empiezan a dar arcadas) o bueno, alguno, aprovechando que le tocó regalar a la tetona de finanzas, lanza insinuaciones directas regalándole el típico tanga piel de leopardo.
Yo creo que para demostrar el amor a una persona no necesitas un día en particular, eso puedes hacerlo cada día (jo, que comentario mas fuera de lugar para un blog como este). Lo dicho, este día me toca aguantarlo lo mas estoicamente posible, esperando que llegue pronto el día 15.