La revolución está muerta.
Allá fuera hay toda una fauna, amor.
Sentimientos animales, salvajes e inocentes; bestiales acotaciones con colmillos de coyote, alas cubiertas de un plumaje incandescente son aquellas que rodean y dan luz al cielo.
Mi corazón tiene garras de oso y piel de liebre.
Alguna tarde cayó frente a mi una pluma con la punta impregnada por el tintero del destino, la tomé en mis manos, la posé en mi cara, llené mis pulmones maltrechos y soplé para que ella sobre nubes animales dibujara el bestiario de amorfas pasiones que el instinto envuelve.
Somos perros, gatos, mandriles, rinocerontes y elefantes. Al ir por la calle tratando de imitar con dignidad y ser humano, me veo trastornado por el brío que a mi cuerpo hiere.
Debajo de esta piel, vuelan aves y se desatan estampidas, debajo de esta piel, tan sólo sobrevive el más fuerte. Llegas con tu infantil seguridad para entrar a las fauces del lobo, yo sólo pido tragarte sin masticar primero. No hemos llegado más allá de comunicarnos con gruñidos y roces, somos puros con caricias torpes que desgarran el cuero, ya no siento nada, tu tacto se impregnó a mi piel y mutamos en un ser eterno.
Amor, odio, tristeza, lujuria, optimismo, pesimismo y otros entes aún para mí desconocidos, irracionales animales que te cazan en las sombras, sólo ves sus ojos brillantes que te rodean y te emboscan, carcajadas de frenéticas hienas burlonas resuenan en mi mente. A la mayoría de las cosas les hago una pregunta al conocerlas: Dime qué es más difícil vivir, perderte o poseerte.
Aquí dentro yace toda una fauna, amor.
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